La Lengua que nos emociona. Toni García Arias, Pedro Andrés Vicente Ruiz
SABIDURÍA Y CONOCIMIENTO

Unidad 1. La era de la desinformación

Texto 1:

“Máximas”
de Baltasar Gracián, en Oráculo manual y Arte de prudencia

I. El saber y el valor alternan grandeza

Porque lo son, hacen inmortales; tanto es uno cuanto sabe, y el sabio todo lo puede. Hombre sin noticias, mundo a oscuras.

II. Cultura y aliño

Nace bárbaro el hombre, se redime de bestia cultivándose. Hace personas la cultura, y más cuanto mayor. En fe de ella pudo Grecia llamar bárbaro a todo el restante universo. Es muy tosca la ignorancia; no hay cosa que más cultive que el saber.

Glosa interpretativa de Nuccio Ordine en Clásicos para la vida (pp. 99–100):

En la máxima titulada Cultura y aliño, Gracián escribe que el hombre “nace bárbaro” y puede redimirse de “bestia cultivándose”. La grandeza de los hombres y de los pueblos, en efecto, se mide por la cultura que poseen (“Hace personas la cultura”): cuanto más adquiramos, tanto más grandes seremos (“y más cuanto mayor”). La civilización de los griegos basada en la paideia, por ejemplo, es todavía hoy un modelo elocuente de entrelazamiento pedagógico entre búsqueda filosófica y vida civil. Quien se enamora del saber puede cultivar mejor su ingenio (“no hay cosa que más cultive que el saber”). No disponemos de otros caminos para afrontar la grosería de la ignorancia (“Es muy tosca la ignorancia”). Y, por desgracia, también a la ignorancia se debe la violencia de los fanatismos religiosos, la difusión del odio contra la diversidad, la preocupante vuelta del antisemitismo y del racismo.

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Unidad 2. Soy lo que pienso y lo que sé

Texto 1:

“El placer de los extraños”
(Irene Vallejo: El futuro recordado)

Ciertas personas dedicamos muchas horas de nuestra vida al placer desenfrenado. Lo hacemos tumbadas, sentadas, acostadas, ovilladas. En la cama, claro, pero también en otros lugares. A veces boca abajo, a veces boca arriba. Una voz nos susurra al oído y de pronto se esfuma el mundo que nos rodea. Entonces empieza el pausado ritual de las caricias: las manos acarician las páginas del libro; los ojos, las filas de las letras. En algunos instantes gloriosos, leer roza la felicidad.

¿Qué secuelas provoca el vicio inconfesable de la lectura? El filósofo Richard Rorty piensa que nos cambia la mente de forma irreversible. Desarrollamos una anomalía llamada ojos interiores. Descubrir a los personajes de una historia se parece a conocer gente nueva, comprendiendo su carácter y sus razones. Cuanto más diferentes son esos personajes, más nos amplían el horizonte y enriquecen nuestro universo. Según Rorty, la literatura no cambia solo el contenido de nuestros pensamientos, sino también el continente. No lo que percibimos, sino el aparato mismo de percepción: la literatura nos ayuda a construir una nueva capacidad de comunicación con seres diferentes. Gracias a los libros, habitamos en la piel de otros, acariciamos sus cuerpos y nos hundimos en su mirada. Y, en un mundo narcisista y ególatra, lo mejor que le puede pasar a uno es ser todos.

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