Unidad 7. He sido yo: la responsabilidad individual
“Enemigo mío” (fragmento)
El Chojin (en Club 4)
¿Sabes qué?
Me cuesta reconocer que no sé tanto como algunos se piensan que sé,
que no soy tan listo, ni tan sabio.
Que no tengo claro las cosas que hago,
que a veces no me quiero tanto.
Demasiado tiempo echándole la culpa al otro.
El fallo no es mío, todo se debe al entorno
que no me entiende, no me escucha, que está sordo.
Es un complot, toda mi vida soy yo contra todos.
Y así crecí, buscando enemigos ahí fuera,
Sancho, nunca creí que ese gigante fuera imaginario.
Lo mismo no me salgo, y simplemente no encajo
Lo mismo soy yo.
No, "lo mismo" ese siempre fue el fallo.
Nada me calma porque haga lo que haga, me falta amor.
Y en vez de aceptar lo que soy, prefiero armar escándalo.
Grito, me enfado y disparo a todos a mi alrededor.
Porque me da miedo enfrentarme a lo que hay en mi interior.
¿Y si es verdad que en realidad simplemente estoy roto?
¿Y si el problema está en mí y nunca estuvo en los otros?
Y si el enemigo mío que plasmo en mis folios,
¿en vez del mundo soy yo? Sería gracioso.
Nunca supe pedir perdón.
Nunca pude ver el amor.
Nunca supe decir que no.
Porque mi enemigo soy yo.
Ahora sí que habla el corazón.
Ahora estoy sintiendo el calor.
Ahora puedo decir que no.
Porque mi enemigo era yo.
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Unidad 8. Quid pro quo: por qué voy a dar algo yo a la sociedad que nada me da
“Tal vez mi última carta a Memet” (fragmento)
Nazim Hikmet
No vivas en la tierra
como un inquilino
ni en la naturaleza
al modo de un turista.
Vive en este mundo
cual si fuera la casa de tu padre.
Cree en los granos,
en la tierra, en el mar,
pero ante todo en el hombre.
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“Historia universal”
(Gianni Rodari)
Al principio, la Tierra estaba llena de fallos y fue una ardua tarea hacerla más habitable. No había puentes para atravesar los ríos. No había caminos para subir a los montes. ¿Quería uno sentarse? Ni siquiera un banquillo, ni sombra. ¿Se moría uno de sueño? No existían las camas. Ni zapatos, ni botas para no pincharse los pies. No había gafas para los que veían poco. No había balones para jugar un partido; tampoco había ni ollas ni fuego para cocer los macarrones. No había nada de nada. Cero tras cero y basta.
Solo estaban los hombres, con dos brazos para trabajar, y así se pudo poner remedio a los fallos más grandes. Pero todavía quedan muchos por corregir: ¡arremánguense, que hay trabajo para todos!
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