Mujeres de letras: pioneras en el arte, el ensayismo y la educación
BLOQUE 5. Profesoras y pedagogas

De la libertad al placer: una propuesta para la ética y educación feminista

María del Carmen García Aguilar

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Resumen: La intención de este trabajo es presentar un panorama general del desarrollo de la propuesta de ética y de una educación feminista de la Dra. Graciela Hierro Pérezcastro, filósofa feminista mexicana. Para ello, primeramente abordamos las líneas teóricas que elaboró para enmarcar su trabajo final: la ética del placer. Hacemos énfasis en sus mayores preocupaciones las cuales estaban centradas en la educación y sus procesos. Así su inquietud más expresa en este sentido fue la educación de las mujeres. Este interés la lleva no sólo a publicar su libro De la domesticación a la educación de las mujeres mexicanas, sino a apoyar la creación y consolidación de más de 20 centros y/o programas de estudios de género en diversas universidades en varios estados del país, como es el caso de Puebla, México.

Palabras clave: Educación; Feminismo; Ética; Género; Mujeres; Filosofía.

“El lugar y la función que las mujeres ocupan

en las sociedades presentes no

puede ser considerado como

ya prejuzgado, [...] Como todo arreglo

social debe plantearse en cada época

en abierta discusión y evaluarse con base en

la utilidad social y la justicia concomitante”

Graciela Hierro

Ética y feminismo

Graciela Hierro Pérezcastro siempre manifestó que sus dos pasiones eran la ética y el feminismo, sobre estos temas escribió Ética y feminismo (1985), Ética de la libertad (1990) y Ética del placer (2001). Entre estos textos mediaron un sinnúmero de artículos sobre la misma temática, tópicos que se fueron formando y modificando a lo largo de 16 años, años que sirvieron tanto para el análisis de presupuestos y categorías como para madurar las ideas que encontraron su plenitud en la ética del placer, su último legado.

Tanto los artículos como los textos están inscritos en lo que se ha llamado ética aplicada, en tanto que aborda las problemáticas que afectan a lo seres humanos en concreto, de ahí que desde la introducción de su libro Ética y feminismo, Graciela apunte: “La filosofía moral que se pretende fundamentar en este trabajo, no se centra en el hecho de encontrar verdades nuevas que vengan a enriquecer el conocimiento moral cotidiano, sino únicamente proporcionar una organización racional y sistemática a las preguntas acerca de lo que “debe ser” y de lo que “debe hacerse” en la condición presente” (Hierro 1985: 8). Su punto de partida para este texto, y que además enfatizó como cambio epistemológico para los procesos de conocimiento, fue la experiencia vivida y las opiniones morales que de ahí puedan suscitarse.

Esta reflexión ética la desplaza desde este momento a su otro gran interés y preocupación: el feminismo. Y considera que “el problema moral de nuestro tiempo, por lo menos aquel que preocupa más por la cantidad de sufrimiento que produce, es el de la condición femenina de opresión” (Hierro 1985: 9). Consideraba necesario el análisis de la condición de las mujeres para que ellas mismas tomaran conciencia de la necesidad de cambiarla. Los ejes filosóficos de sus propuestas son para ello el hedonismo y el utilitarismo.

La situación de las mujeres queda englobada en este trabajo por la Dra. Hierro en la categoría del “ser para otro”, categoría que le impide a las mujeres “ser para sí” y por lo tanto alcanzar la categoría moral de persona. Las formas que identifica como propias de la condición de las mujeres y que determinan la opresión en la familia, la sociedad y el estado son la interiorización, el control y el uso. Esta problemática se deriva de la interpretación de la diferencia biológica de ambos sexos.

Describe entonces como el orden moral es masculino y cómo determina el ser y hacer de hombres y mujeres. De ahí que intente formular una ética normativa capaz de fundamentar la moralidad de la condición femenina: “capaz de posibilitar la fundamentación de las creencias morales del sentido común, de cualquier época y en cualquier sociedad” (Hierro 1985: 11).

Las bases para la postulación de la Ética del placer se dejan dibujar desde este texto cuyo primer presupuesto es enfatizar que el cambio de la condición de las mujeres tiene que darse a partir de la toma de conciencia, por parte de las mujeres, de su condición de opresión. Hierro considera que en todos los niveles socioeconómicos y localizaciones geográficas a la mujeres se les ha exigido a adoptar la función femenina maternal, de no hacerlo, se sabe, pierde sus “privilegios y el trato galante masculino”:

Tal sometimiento a las maternidades, precisamente, lo que impide realizar el ideal ético de felicidad individual y colectiva. La toma de conciencia supone así mismo, la convicción de que este estado de cosas puede y, sobre todo, debe ser superado por parte de las mismas mujeres y sólo por ellas (Hierro 2001: 111).

Esta situación opresiva es contraria al ideal moral del interés, en tanto que no permite el desarrollo de las capacidades humanas íntegras. De ahí la necesidad de establecer una ética de la liberación femenina, que para Hierro, consiste “en la elección y la utilización de todos los medios conducentes a la superación del estado de cosas injusto para lograr el desarrollo integral, posible tanto para los hombres como las mujeres y, en esa medida llevar a cabo efectivamente el mandato moral de buscar el cumplimiento del principio del interés: el principio de la mayor felicidad, existe la necesidad de cumplir las prescripciones siguientes, subsidiarias del principio básico:

I. La universalización de los valores “femeninos” positivos: Suavidad, delicadeza, ternura, sensibilidad, paciencia, receptividad y sentido comunitario.

II. La inscripción de la maternidad dentro del contexto productivo y cultural

III. Consideración del ser humano completo en la pareja de iguales

IV. La creación de una nueva cultura (Hierro 2001: 114).

Así para ella, la idea central de la ética feminista es “la eliminación de la opresión femenina” como el deber moral de las mujeres. Un problema crucial que no puede pasar desapercibido es el de la libertad moral y su relación con la felicidad. Para la Dra. Hierro la Ética de la libertad “representa un compromiso vital libremente elegido y racionalmente sólido” (1990: 38) y sugiere: “una inversión copernicana” de la reflexión teórica amoral, invitando a tomar como punto de partida la observación de la experiencia vivida, para proceder a su sistematización mediante la reflexión filosófica sobre la propia moralidad y crear así una ética aplicada individual” (Hierro 1990: 39).

Así el problema de la libertad queda asentado en la propia autonomía de las personas, aspecto que sólo se alcanza con la madurez. Para ella “Cuando crece la madurez de la persona, ésta se libera de la presión de la costumbre y de la autoridad externa irracional, y en mayor medida se realiza el ideal personal de la Ética de la libertad y la autonomía” (Hierro 1990: 39).

Sobre la base de estas consideraciones y tras el análisis de diversas teorías feministas, Graciela Hierro propone la Ética del placer.

La Ética del placer, marca muy puntualmente dos directrices: por un lado, los argumentos que retoma de algunos filósofos clásicos y por el otro los postulados de ciertas feministas contemporáneas., autores y autoras todas que formaron parte de sus análisis y estudios. La Ética del placer se formula como una ética para la vida cuya finalidad es “es proponer el ejercicio de la autonomía moral para descubrir y realizar el propio estilo de vida, arranque y contenido de la vida buena” (Hierro 2001: 39).

El contenido de la vida nueva va aparejado con el ejercicio de la autonomía, se habla de la posibilidad de regir de manera independiente la vida, tratando de dejar atrás las dependencias económicas, morales, sociales y emocionales que han condicionado la vida de miles de mujeres, se trata, como ella dice, “de eliminar cualquier dependencia aún la que es producto del amor” (Hierro 2001: 12).

En la medida de que cada mujer o cada ser humano procure su propia ley, se descubrirá y se tendrá la posibilidad de realizar su propio estilo de vida. La condición necesaria: el autoamor “punto de arranque de cualquier apertura al placer”. Siguiendo el interés personal con libertad y madurez se alcanza “el derecho al placer, al deseo y a la expansión del erotismo”. Pero según esto, el sentimiento placentero no es fácil de alcanzar, se requiere de madurez, de reflexionar constantemente sobre nuestra vida, en palabras de ella: “el sentimiento placentero es la tranquilidad reflexiva producto de la autosuficiencia, la certeza de que está dentro del dominio del ser, bajo el propio control” (Hierro 2001: 13).

No olvidemos que uno de los impedimentos para que las mujeres lleguen a la anhelada autonomía ha sido el dominio que los hombres han ejercido sobre la sexualidad de las mujeres y sus cuerpos, de ahí que como parte del camino a seguir se nos proponga, como un deber moral, precisamente la apropiación del cuerpo ya que a decir de Hierro: “el placer depende del cuerpo –nos dice- y sólo se alcanza si nosotras decidimos sobre nuestro cuerpo[...] nadie puede llamarse a sí misma libre si no decide sobre su cuerpo” (Hierro 2001: 27).

Sobre la base de una ética hedonista, la apropiación del cuerpo nos dará la dimensión para vivir nuestra sexualidad, nuestro erotismo y nuestro amor de una forma plena y responsable como culminación del sentido de la propia existencia1.

La ética del placer se convierte así en una guía para la pasión en tanto que de forma activa nace del anhelo de penetrar el corazón humano y difunden ideas fundamentales para hacerlas servir como motivos de conducta. Esta guía, para las mujeres, “es la del conocimiento que se levanta de la experiencia, siendo la filosofía de la experiencia una guía de la pasión, que se constituye en la razón apasionada” (Hierro 2001: 77-78).

“La ética del placer sigue el interés personal, es decir obedece a las necesidades, los deseos, los intereses y las inclinaciones de las mujeres tal como ellas mismas lo expresan y los llevan a acabo. [...] En la ética del placer cuya norma es la búsqueda de satisfacción del propio interés, sin excluir el interés social; el énfasis está dado en este sentimiento que se busca y desea [...] El placer derrota el miedo que conlleva al mal es el bien que lucha contra el mal y alcanza la espiritualidad, entendida como la existencia en paz consigo misma y los demás” (Hierro 2001: 79).

La ética del placer se propone como tarea urgente “alcanzar una moralidad centrada en la sensibilidad propia” que sea dirigida a los intereses personales y en relación con los sociales, todo ello dentro de un contexto social e histórico. Significa desarrollar una ética desde la experiencia.

Llegar a la madurez cultivando el intelecto indudablemente dará las herramientas necesarias para alcanzar no sólo la ambicionada autonomía, sino también la sabiduría, particularmente la “sabiduría encontrada en la cultura femenina” que tiene que ver, como la misma Doctora apunta, con intentar comprender desde la autorreflexión lo que le sucede a cada persona, tratando de mejorar la calidad de su propia vida y la de las demás. De ahí que pueda considerarse como una función ética de la sabiduría femenina “el conocimiento y la comprensión de las posibilidades del placer como acción liberadora y sentido de vida. [...] Se trata de inventar una forma nueva de juego para las mujeres, que incluya la relación humana, la armonía con la naturaleza y el afán de trascendencia movido por el amor” (Hierro 2001: 143).

Cabe señalar que los argumentos dados para esta ética son a manera de propuestas y no de prescripciones o juicios de valor sobre la conducta sexual o ética, de manera tal que para adoptar la ética del placer debemos de partir de nuestro deseo personal, de darle una dimensión de placer y de amor a nuestra vida.

Vale la pena señalar que la ética del placer que la Dra. Hierro propuso, es una lección para orientar a las mujeres -y porqué no, a los hombres también- hacia la propia madurez y hacia la propia sabiduría. Con sus palabras: “mi deseo a lo largo de esta reflexión ha sido alcanzar mayor libertad para las mujeres en la vida cotidiana y de esa manera recuperar nuestra capacidad erótica, condición de posibilidad para plasmar y vivir de acuerdo con una ética del placer” (Hierro 2001: 145).

Con base en estos argumentos consideramos que el éxito del feminismo para restablecer la simetría entre mujeres y hombres no depende sólo del acceder a una capacidad de acción autónoma para cada mujer, sino del reconocimiento pleno e nuestras multiplicidades, mutualidades y antagonismos que, como hemos ido viendo, están enredados en sangrientas historias en las que la opresión se manifiesta.

La ética feminista debe abordar para ello las relaciones de dominación en cualquier lugar del mundo. Una ética social que parta de la opresión que implica, primeramente, a más de la mitad de la población mundial no es de recibo. La misión de una ética feminista es la de ampliar el territorio de la moral y no el de limitarlo, en ese sentido la ética del placer nos da las herramientas necesarias tanto para la toma de conciencia por parte de las mujeres de su condición de exclusión, como los lineamientos para logran el ejercicio pleno de nuestros derechos.

Lo importante de todo esto, es tomar en cuenta que si partimos de que nuestras acciones morales están determinadas por una estructura teórica ética, tendremos que pensar en cambiar esas estructuras conceptuales para poder cambiar nuestras conductas, eliminando así la doble moral que prevalece, si logramos cambiar esta situación estaremos recuperando los principios éticos. Visto así, el problema se hace más complejo, pues adquiere una dimensión epistemológica, ontológica y moral, porque estos nuevos sujetos de los que hablamos, tendrán que actuar con mayor responsabilidad, tomar su vida con suma seriedad y actuar acorde a ello, con una coherencia que realmente transforme la existencia.

La tarea no resulta nada fácil, pues como dijimos, significa un giro epistemológico, un cambio profundo en el modo de pensar, de mirar, de representarse el mundo. Porque para comprender y actuar coherentemente es preciso cambiar conceptualmente, propiciar otro modo de mirar que atraviese todos los campos del quehacer humano, para ello tendremos que modificar muchos de nuestros conceptos y acciones para superar la desigualdad ejercida desde los diversos poderes y saberes. Anular el pensamiento binario permitiría aceptar la diferencia en el ser y hacer de mujeres y hombres, anulando con ello la doble moral sexual prevaleciente.

Pero para convertir al ser humano o humana en un/a agente de cambio, preparado/a para desarrollar al máximo sus potencialidades, capaz de penetrar la vida teniendo en cuenta que ésta no es un camino lineal, libre de escollos, sino pleno de luchas, conflictos y contradicciones intra e intersubjetivos con el yo y con las individualidades y los grupos a los que se vincula cada día, debe contribuir a la sustitución de las relaciones de subordinación, pasividad y dependencia de unas personas a otras por relaciones equitativas que dejen atrás la doble moral prevaleciente. Para lograrlo tendríamos que tratar de prepararnos mujeres y hombres para desempañar un rol protagónico, como reguladoras o reguladores de la construcción y expresión personalizada de nuestra propia moral sexual; romper con las actitudes pasivas, dependientes de los modelos y valores sexuales estereotipados para asumir posturas activas, críticas, divergentes, transformadoras de sí mismas y de nuestra realidad y cultivar el derecho al placer, al goce físico y espiritual según las formas particulares de vivenciarlo sin interferir o dañar las personas con las que nos relacionemos. Lograr estos propósitos nos puede conducir a una moral, que sin ser sexista, contemple a todas y todos como bien nos lo hizo saber Graciela Hierro.

Para finalizar este trabajo haré referencia a algunas de las reflexiones éticas (a través de sus manuscritos y que hasta le fecha pernanecen inéditos)que compartió con quienes integramos el que sería su último seminario de los miércoles en el aula 004 del posgrado de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ahí, Graciela Hierro compartió con nosotras y nuestros compañeros sus nuevos escritos, ideas y planes, Nos llevaba a través de sus indagaciones, a una intensa reflexión. Sin perder el rigor filosófico, y siguiendo a Sócrates, consideraba que una vida no reflexionada no vale la pena vivirse; por ello siempre partía de la experiencia y estaba dispuesta invariablemente a escucharnos y apoyarnos. En estos seminarios se desmenuzaban los textos, párrafo a párrafo, para que nos abriesen perspectivas y no fuesen letra muerta. De esta forma nos iba induciendo a ponernos los “lentes” del género, a buscar esa “otra lectura” que permite identificar las problemáticas que atañen a las mujeres. Desde su perspectiva era posible no sólo hacer filosofía, historia o literatura sobre el tema de las mujeres, sino hacer filosofía, historia o literatura feminista; en sus seminarios se reunían personas de diferentes disciplinas y grados.

Una de sus mayores intereses estaba centrado en la educación y sus procesos, por ello insistía en que “el proceso educativo, para que en efecto lo sea, debe contar con la voluntad de la y del educando. Por lo cual[…] toda educación termina siendo auto-educación. [...] El proceso educativo nos convierte en personas, y por persona entiendo ser moral, libre y digna” (Hierro 2002: Manuscrito inédito).

Su inquietud más expresa en este sentido fue la educación de las mujeres. A este respecto escribió: “La educación de las mujeres es un problema que apenas se ha comenzado a investigar, por parte de las mismas mujeres. Tradicionalmente, –fuera de algunos ejemplo aislados– se pensaba que “educar” a las mujeres es muy sencillo. Solamente habría que seguir “el instinto femenino”, puesto que se pensaba que ellas, en forma “natural” saben ser madres, esposas y amas de casa” (Hierro 2002: Manuscrito inédito). Por ello consideraba que:

En tanto las mujeres sientan que sólo pertenecen al hogar y la familia, no cuestionarán su identidad tradicional; no se preguntarán porqué no están representadas en los negocios, en el gobierno o en las artes; las mujeres, como grupo, han tenido que aprender a rechazar las definiciones tradicionales de lo femenino, basadas sólo en explicaciones de su biología; han debido comprender que su identidad no es sólo ser madre, esposa o trabajadora doméstica; sino que su ser significa la posibilidad de alcanzar la calidad de persona, como cualquier ser humano (Hierro 2002: 28).

Este interés la lleva no sólo a publicar su libro De la domesticación a la educación de las mujeres mexicanas, sino a apoyar la creación y consolidación de más de 20 centros y/o programas de estudios de género en diversas universidades en varios estados del país, como es el caso de Puebla.

En La enseñanza de la ética (1995) escribió:

La pasión moral se funda en el querer humano; en su definición etimológica de “quaerere”; buscar; en el sentido en que se dice: “querer es poder”, entendido como poseer la voluntad firme que permite alcanzar, –casi todo– lo que para cada quien es lo posible. También puedo inventar mis valores, sin dogmas que me impongan un “qué hacer” que determine el “cómo ser”. Mi querer entonces tiene que ser más fuerte, más “virtuoso” en el sentido lato de más eficaz, con mayor vigor o potestad de obrar (Hierro 1995: Manuscrito inédito).

Sus reflexiones éticas partían de sus experiencias y intereses haciéndolas extensivas a las y los demás.

En esa medida “continúa el escrito”, alcanzo la posibilidad de plantear mis ideales de vida, mi ser utópico e irrepetible. Es entonces cuando puedo descubrirme como legisladora –pero no universal, en el sentido kantiano– sino autónoma que decide sobre su propio destino en lo que le va siendo posible, sin perder de vista el encuentro con lo utópico. Al elicitar los anhelos puedo entonces formular mis principios de vida, elegir los valores que se plasman y que se acomodan en jerarquías que para mí son las justas; invento así las virtudes que cuadran con mis posibilidades de ser y con mi personalidad (Hierro 1995: Manuscrito inédito).

Esa fue la fuente de su valor y de su ánimo. Fiel al feminismo que sustentaba y defendía, la Dra. Hierro, nos sorprendía constantemente con preguntas que nos hacía pensar en nuestras experiencias, e irnos al fondo de nosotras mismas tratando de explicar las diversas problemáticas que iban surgiendo. Siguiendo igualmente a María Zambrano, nos repetía, “si la filosofía no resuelve los propios problemas, no despeja nuestras incógnitas, entonces no tiene sentido” (Hierro 1995: Manuscrito inédito).

El último texto, que puso a nuestra consideración, versa sobre la amistad entre mujeres, La Ginofilia. Compartiré algunos aspectos de esa investigación que se encontraba realizando.

Su punto de partida era la consideración de que:

La amistad femenina ayuda a crear infinidad de posibilidades del ser mujer […]No se pretende con estas reflexiones “escribió” que todas las mujeres sean amigas. Incluso si se trata de mujeres feministas. Las amistades se eligen, por preferencias, similitudes y afectos. Los afectos entre mujeres son sentimientos, emociones, ternuras, uniones y amor por otra persona. En este caso, otra mujer. Se afectan unas a las otras, despiertan su imaginación, fomentan su empoderamiento, su acción.[…] La ginofilia refuerza la idea de que el feminismo sólo surge de relaciones entre mujeres, de sororidad y afecto mutuo. La ginofilia y el lesbianismo no son sinónimos. Existen infinitas formas en que las mujeres aceptan y viven su amistades y sus afectos con otras mujeres. <La ginofilia> es la filosofía feminista de la amistad entre mujeres. Destacando básicamente la creación de los valores que conlleva, pasión, propósito y política. La finalidad es el empoderamiento de las mujeres. Más allá de sus relaciones con los hombres. Sin reflexión continua, perdemos la lealtad a nosotras mismas. Las mujeres siempre hemos sido las mejores amigas de las mujeres. “Debemos ser” mujeres con vida propia. Las condiciones para la amistad femenina serán: la reflexión, la pasión, la vida en el mundo, el placer y la felicidad (Hierro 2003: Manuscrito inédito)

Bajo la permanencia de estas sus últimas reflexiones, podemos entender por qué para Graciela Hierro era tan importante vivir con pasión y entendimiento. Siendo coherente con sus ideas, supo crear vínculos de mujeres extendiendo sus lazos familiares al campo de la vida pública y política. La templanza, la fuerza y la belleza eran los componentes de su personalidad, mujer de desafíos y retos, pero también de ternuras y gentilezas; mujer que se “atrevió a vivir en voz alta”, con una coherencia desusada pero muy propia de ella.

No es de extrañarnos entonces que su última morada haya sido cubierta por miles de flores, que convirtieron su espacio en un jardín de multicolores tonos, representativo de mujeres y hombres que igual están en la vida política, que en la academia, o en la sociedad civil. En medio de esa floresta, fue recibiendo el adiós de sus múltiples hijas y hermanas simbólicas, sus amigas y amigos, que unidas en el desconcierto y el dolor trataron de conmemorar su imagen con mutuos abrazos, leves sonrisas, muchas lágrimas, un conjuro y algunas remembranzas.

Quedan ahora las semillas del feminismo que durante años fue abonando, regando, podando, cultivando y del que esperamos rinda aún más frutos y con ello tributo, a quien no cesó nunca de luchar por abrir los espacios académicos y políticos para las mujeres, intentando contribuir con ello a la conquista de la anhelada equidad.

Bibliografía

HIERRO, Graciela (1985): Ética y feminismo México: UNAM (textos universitarios).

(1990): Ética de la libertad. México: Fuego Nuevo.

(1993): De la domesticación a la educación de las mujeres mexicanas. México: Editorial Torres.

(1995): La enseñanza de la ética. Manuscrito inédito.

(2001): Ética del Placer. México: UNAM.

(2002): Educación y género. Manuscrito inédito.

(2003): La amistad entre mujeres. Ginofilia. Manuscrito inédito.


1 Otro de los sustentos teóricos que enmarcan estas propuestas, están sobre la base del pensamiento de María Zambrano, de ella, entre otros argumentos que se retoman, se encuentra la consideración de la existencia de géneros en la filosofía tales como los diálogos, las epístolas, los breves tratados, las confesiones y las guías. Géneros que no llegan a la forma sistemática, no por deficiencia sino por diferencia de propósitos, que sirven para distintas necesidades de la vida .

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