Mujeres de letras: pioneras en el arte, el ensayismo y la educación
BLOQUE 3. Activistas de la historiografía y genealogía feminista

Je suis androgyne des lettres (Rachilde, 1860-1953)

Mª del Carmen Lojo Tizón

Universidad de Cádiz

Resumen: Rachilde, escritora francesa que desarrolló su carrera literaria durante las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, consiguió el reconocimiento de sus contemporáneos. En Madame Adonis (1888), Rachilde afirma: “Je suis androgyne de lettres”. La escritora demostró con su producción literaria que las mujeres también eran capaces de crear una literatura equiparable a la del hombre, sin tener que escribir exclusivamente obras ligadas a la moral, ni justificar su labor literaria como un pasatiempo, pudiendo convertirse ésta en su actividad profesional. El alto contenido inmoral que caracterizó su obra, dentro de los clichés de su época, podría resultar una reacción frente a dicha premisa. Rachilde, cuyas novelas están protagonizadas por seres andróginos, lucha contra la “literatura de etiquetas” en pos de la androginia literaria.

Palabras clave: Rachilde; Fin de siglo; Androginia; Feminismo; Literatura; Decadencia.

Rachilde, seudónimo de Marguerite Eymery nace en 1860 en el Périgord, (Aquitaine). Existen elementos de su infancia que determinan por completo su personalidad y que por supuesto, ejercen una influencia crucial en su producción literaria. En primer lugar, Rachilde, que era hija única, lamentará toda su vida no haber nacido hombre, pues su padre, que era militar, deseaba tener un hijo varón. Aún así, Rachilde fue educada como un chico, monta a caballo como un hombre y lleva el pelo corto, como confiesa en sus obras autobiográficas.

Otro elemento importante es la mala relación que mantenía con su madre, declarada feminista, y que además tenía graves problemas psiquiátricos. La madre de la escritora delegó toda la responsabilidad de su casa en su hija de apenas 12 años (Rachilde 1928: 24). Tal situación influye en que la escritora se posicione contra el feminismo emergente.

Debido a los múltiples problemas familiares, Rachilde se refugia en la lectura. Lee todos los libros de la amplia biblioteca de su abuelo materno y siendo adolescente ya conoce las obras de Ponson du Terrail, Molière, Lord Byron, Balzac, Zola, Voltaire, Sade o Baudelaire. Pero sin duda alguna su gran referente fue Victor Hugo. Y no sólo lee, sino que también, desde muy jovencita, se atreve con la escritura. Con sólo 15 años, ya había escrito un libro y varios cuentos (Rachilde 1947: 16), y con 21 años, se traslada a la capital francesa a probar suerte en la literatura. Allí será conocida como “Reine des Décadents” (Gaubert 1907: 14), o, como la apoda Maurice Barrès, “Mademoiselle Baudelaire”, (Dauphiné 1991: 11), pues su estilo es muy próximo al del poeta simbolista. Su primer gran éxito llega en 1884 con la publicación de Monsieur Vénus. Basada en la inversión sexual de los personajes, esta novela será considerada patrón del resto de su obra.

Por problemas económicos, según ella misma justifica, y por comodidad, pues también realizaba labores periodísticas, Rachilde pide permiso a las autoridades (permission de travestissement) para poder llevar pantalón1 (Cfr. Rachilde 1928: 65). Y no sólo eso, sino que además de vestir de forma masculina y de usar un seudónimo ambiguo, firma su tarjeta de visita como Rachilde: Homme de lettres.

Junto con su marido funda en 1890 Le Mercure de France, revista de gran prestigio literario a principios del siglo XX que sirvió de tribuna a las nuevas generaciones, y en la que participó activamente a través de una sección que tenía asignada, Les romans, desde donde realizaba su actividad como crítica literaria. Rachilde también fue encargada de organizar les mardis du Mercure, reuniones literarias a las que asistían personalidades como su amigo Jean Lorrain, Maurice Barrès o Moréas. Además de su actividad como crítica, Rachilde publica alrededor de 70 obras en volumen, entre las individuales y las sujetas a una doble autoría. La mayor parte de su producción es romanesca, si bien es cierto que no es el único género que cultivó, pues Rachilde fue también autora de numerosos cuentos, relatos cortos, teatro y poesía.

Además, parte de su obra ha sido traducida a otras lenguas, y por supuesto al español. La mayor parte de las traducciones se llevan a cabo durante las primeras décadas del siglo XX, y los traductores están próximos al círculo de la revista Prometeo, dirigida por Javier Gómez de la Serna y posteriormente por su hijo Ramón Gómez de la Serna. El objetivo de dicha revista era renovar el panorama literario español, pues el Modernismo estaba completamente agotado (Cfr. Laget 2011). Para ello, recurren al extranjero y por supuesto a París, centro literario mundial en la época en el que Rachilde gozaba por aquel entonces del reconocimiento de sus contemporáneos, y se interesan por la escritora. A pesar de la enorme producción2, Rachilde se encuentra casi olvidada en su país natal y completamente olvidada en España. Evidentemente, la amplia producción no es motivo para que su obra sea reconocida en la posteridad. Pero lo que resulta sorprendente es que habiendo obtenido el reconocimiento de los grandes de la época, entre los que destacamos Verlaine, Barbey D’Aurevilly, Oscar Wilde, Remy de Gourmont, Marinetti, Rubén Darío, Alfred Jarry, Maurice Barrès, entre otros, la escritora haya caído injustamente en el olvido. Rachilde, como afirma Luis Ruiz Contreras en el prefacio a La Ciénaga Florida3 (Rachilde 2012: 19), fue la única escritora incluida en Le Livre des Masques (1896) de Remy de Gourmont y en Los Raros (1896) de Rubén Darío, obras en las que tanto Darío como Remy de Gourmont hacen una lista de los autores modernos capaces de renovar la escena literaria. De los veinte escritores elegidos por Rubén Darío y de los treinta elegidos por Remy de Gourmont, Rachilde es la única mujer.

A principios de siglo, Rachilde suscitó interés en España, y algunas de sus obras fueron traducidas, como decimos, al español. Además, en múltiples periódicos (nacionales y de provincia) la escritora es noticia. En 1924, obtiene el reconocimiento del Estado francés al recibir la distinción de La Legión de Honor, acontecimiento del que se hace eco ABC:

No debe ser hipócrita Rachilde en sus manifestaciones de asombro ante su ingreso en la Legión de Honor que acaba de concedérsele. Verdaderamente, la autora de La sanglante ironie podía esperar todo menos eso. Podía esperar la adhesión creciente de sus lectores, el aplauso de sus contemporáneos más contrarios a su arte y hasta la aprobación probable de la posteridad. Contaba, efectivamente, con el juicio favorable de los selectos, cuyo rumor amigo llega hasta la redacción del Mercure, donde la ilustre novelista trabaja al lado de su marido, sin mengua de su temperamento ni de su estética. Pero esa sanción oficial de unos libros, ligeros, según ella, y perversamente trascendentales en realidad, ha superado todas las posibilidades soñadas. El Gobierno francés no sólo aprueba, sino que premia (Alsina 1924: 7).

Rachilde no fue la única escritora que obtuvo el reconocimiento literario, sino que compartió el mismo con algunas de sus contemporáneas. Los primeros años del siglo XX son cruciales para la mujer gracias a la adquisición progresiva de derechos y a la promulgación de leyes que hacen que la mujer obtenga mayor protección jurídica. Las mujeres se abren paso en el mundo de las letras y la Belle Époque fue un periodo de proliferación de la literatura femenina (Cfr. Leroy; Bertrand 1998).

Aunque Rachilde desarrolle también su actividad literaria durante la Belle Époque, la escritora pertenece a una etapa anterior, la Decadencia de final de siglo. El imaginario decadente presenta asimismo un carácter misógino. Rachilde ha sido catalogada como escritora decadente y se le atribuye dicho carácter misógino debido, principalmente, a la explotación del cliché de la femme fatale en su obra, que además lleva al extremo, por lo que muy a menudo sus protagonistas femeninas son mujeres destructoras, dominantes y sádicas4.

No obstante, el aspecto más significativo de Rachilde es que consiguió hacerse un hueco en el panorama literario de la época, cuyo dominio era completamente masculino, y crea una literatura que se posiciona al mismo nivel que la masculina5, sin tener que justificar su labor literaria (Cfr. Lojo 2012: 319). Rachilde, además de acceder al minoritario círculo de escritores finiseculares, fue considerada una personalidad influyente, no sin antes superar todos los obstáculos que intentaron limitarla, sobre todo en sus inicios. Fue, en efecto, además de pionera, precursora de la entrada de la mujer en ambientes literarios:

Rachilde, en fait, ouvre le chemin à des cadettes dont les débuts seront moins problématiques, mais les mérites parfois plus discutables. Songeons aux étoiles de la Belle-Époque, aux Anna de Noailles, Gérard d’Houville, Jane Catulle Mendès, Lucie Delarue-Mardrus, Renée Vivien, Nathalie Barney et, plus tard, à une Marcelle Tinayre ou une Colette Yver, qui bénéficieront les unes d’un nom, les autres d’un époux fameux, les dernières du courant féministe naissant (Dauphiné 1985: 21).

Evidentemente, antes de Rachilde hubo otras personalidades femeninas que también ejercieron la literatura, pero es ella quien realmente consigue que la suya sea la que se encuentre al mismo nivel que la masculina, de la que nunca quiso desmarcarse, con declaraciones que, vistas desde la perspectiva contemporánea, resultan cuanto menos sorprendentes. Rachilde consiguió acceder a la escena literaria, altamente restringida para la mujer en el siglo XIX, pues como hemos indicado anteriormente, la escritura era un acto masculino:

¿Es la pluma un pene metafórico? Parece que Gerard Manley Hopkins así lo pensaba. En una carta a su amigo R. W. Dixon escrita en 1886, le confiaba un rasgo crucial de su teoría sobre la poesía. Declaraba que “la cualidad más esencial del artista” es la “ejecución magistral, que es una especie de don masculino y distingue fundamentalmente a los hombres de las mujeres, es el engendramiento del pensamiento propio sobre el papel, en verso o como sea”. Además, señalaba que “considerándolo mejor, me asombra que la maestría de la que hablo no sea en la mente más que una pubertad en la vid de esa cualidad. La cualidad masculina es el don creativo”. En otras palabras, la sexualidad masculina no es sólo analógica, sino realmente la esencia de la fuerza literaria. La pluma del poeta es en cierto sentido (incluso más que de forma figurada) un pene (Gilbert; Gubar 1998: 18).

Rachilde, sin embargo, demostró a la sociedad francesa de su época que las mujeres también eran capaces de crear una literatura equiparable a la del hombre, sin tener que escribir exclusivamente obras ligadas a la moral, ni justificar su labor literaria como un pasatiempo, pudiendo convertirse ésta en su actividad profesional. El alto contenido inmoral que caracterizó su obra, dentro de los clichés de su época, podría resultar una reacción frente a dicha premisa. Pero de ahí a catalogar a Rachilde como una autora misógina -de hecho es ésta la visión que se ha venido transmitiendo- resulta al menos paradójico. Es cierto, que puede presentar rasgos machistas (que no misóginos), similares a los de la literatura de su época, que no han de causar ningún tipo de sorpresa debido al periodo que le tocó vivir, y sobre todo, a las vivencias que experimentó durante su infancia, pues jugaron un papel de suma importancia en la formación de su pensamiento. Evidentemente, tampoco podemos arriesgarnos a considerarla como feminista, en gran medida porque ella misma se posicionó en contra de este movimiento, al que ataca duramente en su panfleto Pourquoi je ne suis pas féministe (1928). Sin embargo, en él reconoce haber contribuido a esta corriente y pudo haber sido, quizás muy a su pesar, feminista o pre-feminista:

Ayant vécu, bien ou mal, je ne peux offrir ici que le résultat de mes propres expériences. Je le ferai donc en toute connaissance de cause et en prenant cette liberté comme représentant, malgré moi, une des premières féministes de l’époque, sinon par le mérite, au moins par l’esprit révolutionnaire d’alors… qui est, à présent, l’esprit réactionnaire car ainsi tourne la roue du progrès mettant en bas ce qui fut en haut, sans, d’ailleurs, améliorer énormément l’existence (Rachilde 1928: 8).

No obstante, en el mismo panfleto aclara que ella no pretende crear escuela, y que actuó particularmente desde una perspectiva puramente individual:

J’ai toujours regretté de ne pas être un homme, non point que je prise davantage l’autre moitié de l’humanité mais parce qu’obligée, par devoir ou par goût, de vivre comme un homme, de porter seule tout le plus lourd fardeau de la vie pendant ma jeunesse, il eût été préférable d’en avoir au moins les privilèges sinon les apparences. Cette tendance à des allures masculines ne m’a nullement inspiré le désir de m’emparer de droits qui n’étaient pas les miens. J’ai toujours agi en individu ne songeant pas à fonder une société ou à bouleverser celle qui existait. J’aime, par-dessus tout, la logique et si je consens à être une exception (on ne peut pas faire autrement dans certains cas) je n’entends pas la confirmer en prenant mes personnelles erreurs pour de nouveaux dogmes.  (Rachilde 1928: 6).

La utilización del término “individuo” no es baladí ya que individu, concentra algunos de los vectores más importantes por los que circula su obra. Por un lado, expresa la individualidad (afín al pensamiento de Schopenhauer que influenció a la Decadencia), y por otro, “individuo” es presentado como un término asexuado, fin último de su literatura; encontramos aquí atisbos de lo pretendido por Rachilde: alcanzar esa ambigüedad y androginia que permita eliminar la distinción establecida entre literatura masculina y femenina. Dicho de otra manera, más sintética y abrupta: acabar con el sexo por una inflación del mismo en la literatura.

El análisis del panfleto Pourquoi je ne suis pas féministe (1928) y de su correspondencia personal, podrían facilitarnos las claves de muchas de las contradicciones que pueblan su obra, una de las más llamativas es, sin duda, su lucha por la libertad de la mujer (de ella, como mujer) y sus declaraciones frente a esa misma lucha por la emancipación:

Si je suis vivante à un âge où, sans doute, à leurs beaux yeux, je devrais être morte, c’est parce que j’ai toujours eu, malgré toutes les exagérations de mon existence, le respect de la logique : je ne fais pas ce qui m’est contraire et mon instinct d’animal, qui n’a jamais désarmé au milieu de la jungle mondaine, m’avertit du danger de certaines modes. Je n’imite pas les gestes de l’humanité quand je me sens très loin de cette humanité-là. Je ne lui dois rien et ne lui donne que ce qui peut lui faire plaisir de me donner… et quiconque veut me contraindre à lui rendre…un hommage que je ne veux pas lui rendre…n’a jamais eu qu’à s’en repentir. Par-dessus tout j’aime la liberté…surtout la mienne !  (Rachilde 1928: 72).

Rachilde critica duramente a la mujer que busca la aceptación del hombre, y en general de la sociedad masculina, imitando su comportamiento, pues tal imitación es considerada por la escritora como la pérdida de la libertad, y que paradójicamente la libertad es el principal derecho por lo que luchó el movimiento feminista: “- Mais, cher Monsieur, on peut s’habiller en homme sans se croire obligée d’imiter leurs défauts… […]” (Rachilde 1947: 91-92). A causa de tal imitación en pos de la aceptación, Rachilde denomina a este tipo de mujeres como “les frères inférieurs de l’homme” (Rachilde, 1928: 10). Igualmente critica que sus consœurs hagan uso de la literatura con otros fines que el Arte, pues lo percibe como una violación del mismo:

Son premier grief, nous l’avons évoqué plus haut : elles utilisent la littérature pour arriver à leurs fins. Plus important encore, elle les accuse de dépoétiser l’Amour, en considérant avec mépris leurs revendications bassement pragmatiques […]. Rachilde vient ainsi, à titre de digne représentante de la sensibilité décadente, introduire dans le débat social et politique que mènent les féministes un argument qui relève d’une tout autre sphère, l’esthétique, et joue, avec mauvaise foi, sur les registres sociaux et littéraires (Denault 2011: 200).

La obra de Rachilde está plagada de continuas dicotomías, y una de las principales es la oposición entre la cérébralité y la matérialité. Fiel a la doxa decadente, Rachilde aboga por la cérébralité influenciada por el idealismo imperante a finales de siglo. De tal modo, Rachilde percibe las reivindicaciones feministas como reclamos materiales, pues para sentirse libres exigen derechos sociales. Sin embargo, la libertad para la escritora francesa reside en el individuo y, éste consciente de ello hará uso de la misma. Para ella, la libertad no es un elemento externo que se nos tiene que autorizar, sino que es intrínseco al ser humano:

Émanciper les femmes ? Pourquoi faire, mon Dieu ? Toute femme intelligente, ou douée seulement de la puissance de raisonner, s’émancipe quand elle le désire, et pour ce qui lui convient elle n’a nul besoin de voter ni de s’occuper des différents genres de gouvernements, qui crouleront bien sans ses sollicitudes. Ne perdez pas de vue, bon réformateurs, que la femme est supérieure à l’homme de par la force même de sa patience, qui userait des rocs6. Elle n’a pas besoin d’égaler l’homme dans ses idioties pour le suivre dans ses meilleures études. Elle peut, si elle veut, gagner de la vie, sinon du luxe (Rachilde 1896: 197-198).

Su primera gran novela, como hemos dicho, fue Monsieur Vénus. En 1889, Louis Villatte, seudónimo de Adrien Joseph Bajut (Didier 2009: 133), hace una crítica de la novela y ya entonces, él parece dar con la clave del pensamiento rachildiano para con la mujer. En general, el autor decadente se hace eco de los dolores de la sociedad de su tiempo, los radicaliza representando situaciones extremas y dicho proceso de hiperbolización no es más que un reclamo de cambio. De igual modo ocurre con la presencia de la mujer en la novela rachildiana. La escritora se apropia de un imaginario existente, tanto literario como político-social y lo lleva al extremo. Muestra así que la mujer puede situarse al mismo nivel que el hombre, y en su obra la mujer aniquila al hombre del mismo modo que éste la aniquila socialmente. Así, el ser ideal sólo es realizable a través del equilibrio entre masculinidad/feminidad.

Louis Villatte publica en Le Décadent un artículo sobre Monsieur Vénus en el que percibe a Rachilde como defensora de la mujer:

Mlle Rachilde en développant cette théorie de l’inanité de l’amour a pris un plaisir malin à ravaler l’homme bien au dessous de la dernière des prostituées. En cela elle a bien fait au point de vue de son sexe et elle mérite à ce titre les hommages d’un grand nombre de femmes. Elle les a vengées de cette prétendue infériorité dont les accuse si sottement la mufflerie écriturière de notre triste époque. La femme inférieure ! Rachilde n’y croit point. Elle a raison. Des femmes comme Madame Adam, comme Séverine et comme elle sont plus fortes que les trois quarts des hommes qui les attaquent et sont de taille à répondre à toute agression. […] Nous ne voyons pas qu’il en soit autrement pour la femme qui aspire à jouer le rôle de l’homme. Ce défaut est un des plus graves que nous ayons rencontrés dans Monsieur Vénus (Villatte 1889: 59).

En 1913, Valentine de Saint-Point, que frecuentaba el salón de Rachilde (Geat 2009: 123), publica el Manifeste de la femme futuriste. Tal y como afirma Marina Geat en su artículo titulado “Rachilde: La Révolution de l’écriture féminine entre Symbolisme et Futurisme”, la concepción de la mujer en Rachilde y en los Futuristas es recíproca:

Rachilde aussi, comme le fera Marinetti dans son Manifeste de 1909, a souvent proclamé le « mépris de la femme », à savoir de la femme telle que la société l’a façonnée, une créature faible, mutilée et passive, poupée ou fantoche inerte face aux désirs de l’homme. La “ parabole “ de Monsieur Vénus est exemplaire (Geat 2009: 130).

Si Rachilde manifiesta una postura próxima a la de Marinetti respecto de la mujer, Marina Geat señala en su citado artículo que Rachilde y Valentine de Saint-Point tienen también posturas muy cercanas en lo referente a la percepción de la mujer. Valentine de Saint-Point expresa en su manifiesto:

Il est absurde de diviser l’humanité en femmes et en hommes. Elle n’est composée que de féminité et de masculinité. Tout surhomme, tout héros, si épique soit-il, tout génie, si puissant soit-il, n’est l’expression prodigieuse d’une race et d’une époque que parce qu’il est composé à la fois d’éléments féminins et d’éléments masculins, de féminité et de masculinité : c’est-à-dire qu’il est un être complet.

Un individu, exclusivement viril, n’est qu’un brute ; un individu exclusivement féminin, n’est qu’une femelle7 (Saint-Point 2005: 8-10).

Es por ello que Rachilde, entre otros aspectos, concibe el ser andrógino como el ser ideal y sentencia en su citado panfleto: “La guerre des sexes est une lutte nouvelle à ajouter aux luttes anciennes et elle ne serait très intéressante que si elle amenait au … troisième sexe” […] (Rachilde 1928: 12).

Villatte detecta en Monsieur Vénus una única pega: “Nous ne voyons pas qu’il en soit autrement pour la femme qui aspire à jouer le rôle de l’homme” (Villatte 1889: 59); se trata pues de la misma pega que Rachilde encuentra en las feministas: la imitación del hombre (“Je n’imite pas les gestes de l’humanité quand je me sens très loin de cette humanité-là” (Rachilde 1928: 72). Saint-Point converge de nuevo con Rachilde en dicho aspecto, y ambas autoras rechazan la corriente feminista, no por repudiar o despreciar a la mujer, sino por el camino que sigue la corriente:

Le Féminisme est une erreur politique. Le Féminisme est une erreur cérébrale de la femme, erreur que reconnaîtra son instinct.

Il ne faut pas donner à la femme aucun des droits réclamés par les féministes. Les lui accorder n’amènerait aucun des désordres souhaités par les Futuristes, mais au contraire, un excès d’ordre8 (Saint-Point 2005: 12)9.

Según Rachilde, que la mujer obtenga los derechos que reclama no tiene nada que ver con la emancipación de la mujer, sino que ésta sería cómplice de la torpe gestión socio-política que detentan los hombres10:

[…] j’ai peur que demain la grâce de la femme… soit reconnue d’utilité publique et se socialise au point de devenir l’article banal, un objet de bazar à treize et que l’on trouve des catégories de femmes tendres ou amusantes à des milliers d’exemplaires comme les confections des grands magasins… de nouveauté11 où c’est toujours la même chose (Rachilde 1982: 167).

Consideramos que Rachilde conserva en gran medida el imaginario de final de siglo, pero aportando novedades importantes. Creemos pues, que representa un estado de transición referente a la igualdad de géneros, y que su forma de vida atestigua de tal modo un cierto rechazo hacia el imaginario finisecular, no sin ocasionar en la escritora un fuerte sentimiento contradictorio, muy característico también durante este periodo, provocado por la incertidumbre que suscita la sociedad venidera. Lejos de ser cómplice del feminismo social, su postura estaría tal vez más cerca del feminismo elitista, ya que debido a la situación privilegiada que gozó como escritora, nunca tuvo la necesidad personal de reclamar los derechos sociales de los que la mujer estaba privada. De igual modo, Rachilde parece percibir el feminismo como una lucha de sexos en la que hombre y mujer son seres opuestos y uno de ellos busca someter al otro; es decir, ve en las feministas la posibilidad de invertir los roles sociales cuya consecuencia sería la posible sumisión del hombre. En tal caso, Rachilde desconfía tanto de la dominación preponderante del hombre como de la de la mujer. En definitiva, el ser humano le origina tanta desconfianza que se desarrolla un sentimiento de misantropía en la propia autora (Liar 2011: 60). Ella misma declara en Dans les puits : ou La vie inférieur, 1915-1917 pertenecer a la clase animal, no a la humana, y que “l’unique ennemi de tous les hommes, c’est celui-là” (Rachilde 1918: 77). La lucha de sexos obstaculiza la conquista de la androginia, tan ansiada por la escritora, androginia que representa a través de sí misma (con el uso de un seudónimo ambiguo y por vestir como hombre siendo mujer); y por supuesto, a través de su obra12.

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1 Rachilde indica en su panfleto Pourquoi je ne suis pas féministe (1928), que en ese momento sólo hay tres mujeres en Francia que se visten como hombre: Mme Dieulafoy, Mme Marc de Montifaut y Sarah Bernhardt (Rachilde 1928: 69-70).

2 Según Patricia Ferlin en Femmes d’encrier, sólo le bastaba treinta días para escribir una novela (Ferlin 1995: 95).

3 Traducción de Luis Contreras de Le Dessous (traducción reeditada en 2012).

4 Cfr. Lojo Tizón, Mª del Carmen (2013): «Figuras masculinas en algunas novelas de Rachilde» in Catena, Àngels; Estrada, Marta; Mallart, Myriam; Ventura, Gemma (Éds) in Les mondes du français. XXI Colloque de l’Asociación de Profesores de Francés de la Universidad Española. Barcelona-Bellaterra: Secció de Filologia Francesa- Departament de Filologia Romànica (Universitat de Barcelona)/ Departament de Filologia Francesa i Romànica (Universitat Autònoma de Barcelona), pp.  220-228. En dicho artículo, se ofrece un análisis de la relación hombre-femme fatale en la novela de Rachilde.

5 Claire-Lise Tondeur realiza un análisis crítico de la correspondencia de Flaubert en la que el escritor diferencia entre literatura masculina (prestigiosa) y la femenina (mediocre) (Tondeur 1984: 86).

6 Citado por Citado por Marina Geat (2009): «Rachilde: La Révolution de l’écriture féminine entre Symbolisme et Futurisme», Intercâmbio 2.ª série nº2: 131. Disponible en http://ler.letras.up.pt/uploads/ficheiros/8695.pdf [Consultado el 1/12/2014]

7 Las negritas son del texto original.

8 Las negritas son del texto original.

9 Citado por Marina Geat (2009): «Rachilde: La Révolution de l’écriture féminine entre Symbolisme et Futurisme», Intercâmbio 2.ª série nº2: 130-131. Disponible en http://ler.letras.up.pt/uploads/ficheiros/8695.pdf [Consultado el 1/12/2014].

10 «Si le vote des femmes est une façon de faire partager aux femmes les mêmes « idioties » que les hommes ; si le prétendu « libre amour » n’est que l’opportunisme de celles qui voudraient garder le mari et l’amant, sans avoir le courage sentimental d’un choix ; si le lesbianisme, à la mode à la fin du XIXe siècle, n’est qu’un moyen de plus pour aiguiser les désirs du sexe masculin, Rachilde les refuse» (Geat 2009: 131).

11 La escritora hace referencia a su primera novela: Monsieur de la nouveauté.

12 « Je suis androgyne de lettres », affirme Rachilde dans la préface de Madame Adonis. « [Il] n’y a même pas un demi-siècle, la créature humaine qu’on appelle aujourd’hui la femme de lettres n’existait pas. Il n’y avait que des hommes de lettres, mâles et femelles ». Rachilde, qui n’hésite pas à faire imprimer sur ses cartes de visite « Rachilde, homme de lettres », porte un regard sans compromis sur son temps; et, à une heure où les frontières se troublent, elle en devient dans son œuvre et en sa personne le miroir […] (Ladjali 2004: 98).

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