La Lengua que nos emociona. Toni García Arias, Pedro Andrés Vicente Ruiz
Fundamentación y acción lingüística

El análisis interpretativo que favorece tanto la comprensión lectora (literal, inferencial y crítica) como la comprensión instrumental de los textos propuestos en este programa de lengua no está basado exclusivamente en un solo enfoque lingüístico, sino que, en virtud de las cualidades proyectivas de cada texto, se emplean distintas estrategias didácticas fundamentadas en diversas teorías lingüísticas. A saber:

  1. La antropología lingüística y, particularmente, dentro de esta, la llamada etnografía de la comunicación, plantea que “la competencia lingüística ha de entenderse como una parte del conjunto de conocimientos y habilidades que componen la competencia comunicativa, a su vez parte de la competencia cultural” (Calsamiglia y Tusón, 2001). Y por ende, también vinculada directamente con las competencias emocionales (Bisquerra, 2016), pues la competencia lingüística también crece cuando damos nombre a las emociones, cuando comprendemos las emociones de los otros, cuando expresamos los sentimientos y los pensamientos de forma apropiada, cuando practicamos la comunicación receptiva y cuando compartimos las emociones con los demás.

  2. La psicolingüística ha aportado, por una parte, conceptos muy operativos para favorecer la articulación del conocimiento en la comprensión de las secuencias discursivas, entre los que destaca el esquema de dominio, muy útil, por ejemplo, como fase previa en el resumen de textos narrativos: identificación de personajes principales, localización temporal y espacial de las acciones básicas y el reconocimiento de la cadencia de los acontecimientos (planteamiento, nudo, desenlace). Por otra parte, la investigación psicolingüística sobre la producción escrita (planificación, textualización, revisión y reparación) ha demostrado científicamente que aprender a escribir es difícil: “un escrito de dos páginas (coherente, cohesionado, adecuado) es tan complejo como llevar la contabilidad de una tienda, coreografiar un baile o diseñar una casa” (Cassany, 2021). Nadie medianamente sensato puede defender que un graduado de dieciséis años pueda ser capaz de realizar cualquiera de esas arduas tareas. Sin embargo, se confía en que un alumno de secundaria pueda por sí solo lograr escribir dos páginas que no constituyan la mera reproducción temática de los contenidos propuestos para su evaluación.

  3. La lingüística funcional estableció un sistema multifuncional del lenguaje en torno a los elementos de la comunicación (Bühler, Jakobson, Malinowski) que la acción didáctica tradicional ha utilizado de modo eficaz en conexión con la modalidad oracional y las figuras literarias (función representativa: modalidad enunciativa, función apelativa: modalidad interrogativa, función expresiva: modalidad exclamativa, función estética: procedimientos artístico-verbales…). La novedad en este marco teórico-práctico ha sido el reconocimiento drástico por parte de Halliday (1975) de tres macrofunciones esenciales del lenguaje que interesan de manera relevante en el análisis lingüístico que se propone en este libro:
    1. a) La función ideacional, que contribuye a determinar nuestra visión del mundo, en tanto que el lenguaje sirve para la expresión de la experiencia que el ser humano tiene del mundo real, así como la verbalización personal de su mundo interior, de su propia conciencia.
    2. b) La función interpersonal, que permite interactuar con otros hablantes expresando su personalidad, ya sea en el contexto real del aula o en los propios textos dialogados propuestos.
    3. c) La función textual, que desarrolla la capacidad del hablante para construir textos y permite al oyente o lector distinguir un texto (pasajes conexos de discurso adecuados a su finalidad y al contexto) de un conjunto de oraciones agrupadas al azar. Esta conceptualización de Halliday, dicho sea de paso, parece corresponderse con lo que Campbell y Walles (1970) habían denominado competencia comunicativa: la habilidad humana de producir o entender locuciones adecuadas al contexto situacional y verbal.

  4. La lingüística textual (Van Dijk, 1997) plantea que el texto dispone de una estructura superficial –la microestructura–, es decir la manifestación lingüística en que se traduce el texto, y de un contenido significativo o tema –la macroestructura–, que es la representación semántica del texto, lo que este realmente significa. Frecuentemente, determinar el tema central o idea principal de un texto consiste en hallar el valor de la suma de estos tres elementos: asunto del que se habla (a) + la tesis u opinión que se tiene de ese asunto (t) + intención comunicativa (i). Además de la macro y la microestructura, la superestructura se refiere al esquema general que gobierna la organización significativa del texto. No todos los textos tienen que responder al mismo esquema: hay claras diferencias entre un texto narrativo, un texto explicativo, un texto descriptivo o un texto argumentativo.

    La materialización lingüística del contenido temático y el esquema organizativo exige dos normas constitutivas: la coherencia y la cohesión, propiedades indispensables en la construcción del texto (Beaugrande y Dressler, 1997).

    Asimismo, la lingüística textual se ha afanado en ofrecer diversas propuestas tipológicas textuales. Una de las más interesantes es la que considera que los textos, independientemente de su finalidad o el ámbito en el que se realizan, ofrecen en su tejido lingüístico estructuras prototípicas correspondientes a distintas secuencias discursivas: secuencia explicativa, secuencia descriptiva, secuencia narrativa, secuencia dialogal y secuencia argumentativa (Calsamiglia y Tusón, 2001).

  5. La nueva retórica ha reformulado la retórica clásica para proponer una categorización de la elocutio, una retórica de la elocución que persigue describir los géneros textuales y literarios a través de sus convenciones y pautas, sus combinatorias compositivas y la operatividad de sus figuras y tropos como mecanismos constructivos de realce expresivo.

  6. La teoría de la enunciación propone caracterizar la construcción del sujeto discursivo, es decir, la inscripción discursivo-lingüística del sujeto enunciador en sus enunciados mediante la modalización oracional apreciativa, la deixis personal subjetivizante, las atribuciones de valor ético, los marcadores discursivos para la expresión del punto de vista, la modalización literaria o la voluntad de estilo. Igualmente importante, desde este enfoque teórico, ha sido la aportación del concepto de polifonía textual (reminiscencias, intertextos…).

  7. La poética de la fantasía esbozada por Rodari y la lingüística matemática del grupo «OULIPO» han abierto la posibilidad de una aproximación al texto en la que la definición de los referentes semánticos antropológicos se diseñe mediante la creatividad y el metalenguaje. En esta línea de acción lingüística, las hipótesis fantásticas, la transgresión de la lógica, la literatura definicional o el álgebra del lenguaje pueden sumarse como estrategias complementarias de interpretación textual alternativas al análisis tradicional más academicista.
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