Por qué el corazón
Julia Moyano
Creadora y docente
El pasado curso 2023/24 inicio mi andadura como docente en la ESAD (Escuela Superior de Arte Dramático) de Sevilla. Acojo con alegría el taller de creación de la especialidad de interpretación en teatro del gesto. Con gran ilusión, puesto que por entonces mi actividad profesional se centra en mi compañía, La Rara, y no se me ocurre mejor comienzo en la escuela que este que me permite acompañar un taller cuyo enunciado va acompañado de la palabra «creación», esto es: meses por delante para idear, proyectar, concebir, investigar, inventar.
Arrancamos con el vértigo y la ilusión que produce la página en blanco, nos adentramos en un proceso largo, intenso, con momentos de crisis, belleza, miedos, hallazgos, dudas, incertidumbres, descubrimientos.
Viajemos en el tiempo
Año 2004. Alentada por quien era entonces mi maestra, Sol Garre, profesora titular de Interpretación Gestual en la RESAD de Madrid, tuve la fortuna de participar en los seminarios que cada verano organiza la SITI Company en Saratoga, en las inmediaciones de Nueva York. La metodología de trabajo que Sol proponía en sus clases, especializada en teatro físico contemporáneo, el entrenamiento psicofísico del actor y las técnicas de imaginación de Michael Chéjov, todo ello fue un revulsivo para mí. Me acerqué a lo bonito del vértigo de «no terminar de entender pero saber que estás en un camino que te interesa», dejar que las respuestas vengan, no precipitarlas, madurar los procesos, iniciar, proponer...
Crear no es producir. Es ir más allá de lo que somos, de lo que sabemos, de lo que vemos. Crear es exponerse. Crear es abrir los posibles. En este sentido, la creación depende de una confianza en lo común. Esta confianza no pasa necesariamente por prácticas colectivas, a menudo depende de riesgos asumidos en solitario. Pero toda creación apela a un nosotros aún no disponible y a la vez existente. (Garcés, 2013, p. 81)
Con la SITI pude profundizar en este camino, partiendo de una base común: un entrenamiento físico muy exigente, Suzuki, que facilita que tu cuerpo-mente se coloque en un estado diferente, alejado de la cotidianeidad, con una predisposición y concentración óptimas para la creación. Y una posterior aplicación técnica muy elaborada. (Precisamente este año viajo a Toga a conocer a Tadashi Suzuki y entrenar con la Suzuki Company Of Toga, SCOT).
La SITI se vale de la técnica Viewpoints, con Sol nos sumergíamos en el mundo chejoviano tras haber pasado por un intenso entrenamiento de Kalaripayattu (arte marcial hindú). Encuentro que, la formación superior en Arte Dramático rara vez propone en su recorrido formativo un entrenamiento específico que pueda convertirse en herramienta útil para intérpretes, directoras/es y dramaturgas/os, proyectando una cierta continuidad a un trabajo específico, que apele a sus propios recursos, una vez finalizado este período educativo. Un entrenamiento que funcione a su vez como liberador de roles, apelando a la horizontalidad y que abra la oportunidad a espacios comunes de trabajo. «Desapropiar la cultura es devolver a la idea de creación su verdadera fuerza» (Garcés, 1013, p. 81).
A lo largo de mi carrera, habiendo participado en múltiples seminarios, talleres, entrenamientos actorales, etc., me encuentro una y otra vez con tres palabras clave en la vida y en la escena: corazón, amor, compromiso.
El amor no es un sentimiento. Independientemente de lo profundos que sean los sentimientos de uno, el amor no significa nada si no está unido a la acción. El amor es acción. Cuando pongas tu vida al servicio de lo que valoras, la acción engendrará otros valores y creencias. Las cosas ocurren gracias al compromiso. El movimiento lo es todo. No dejes de moverte y, sin embargo, ve más despacio al mismo tiempo. Dentro de esta paradoja creas un espacio donde pueden existir el teatro y el arte. (Bogart. 2015, p.14)
Contexto, elocuencia, intención, atención, magnetismo, actitud, contenido y tiempo.
¿Por qué el corazón?
Sería incapaz de disociar, desde que me alcanza la memoria, la actividad creativa de una intensa y concienzuda actividad deportiva. Deporte entendido como «que el corazón bombee fuerte, muy fuerte, de manera que mi cerebro se coloque en un lugar diferente a lo cotidiano». Creación – corazón – lo pre-expresivo – corazón – dramaturgia sobre la escena – corazón – entrenamiento actoral – corazón – trabajo de elenco – corazón...
¿Cómo manejar estos conceptos? ¿Cómo llevarlos a escena dramatúrgica e interpretativamente? ¿Cómo abordar la creación desde la página en blanco, desde el latido, el bombeo? El proceso de creación constituye el marcapasos integrado en el acto teatral. Este proceso regula el ritmo cardíaco y permite que los diferentes mecanismos que entran en juego se comuniquen entre sí para funcionar de forma coordinada.
Para que este proceso camine, para que estos mecanismos se mantengan engrasados, debemos mantener llena y apartada del óxido nuestra caja de herramientas. Abrir la puerta a la incertidumbre, acogerla como parte del proceso. El potencial de crear yace en el desequilibrio y en el fracaso.
Para encarar y hasta acoger el temido fracaso debemos, como guías del proceso, ofrecer lindes para los múltiples caminos posibles. Creo que debemos ser flexibles y no imponer nuestro ego como directoras/es de escena, nuestro criterio estético por encima de los intereses individuales y de grupo. Creo que, como defiende Bogart, debemos poner toda la carne en el asador y hacernos preguntas hasta dar con la respuesta: ¿Qué queremos contar? ¿Desde dónde? ¿En qué soñamos por la noche pero no nos atrevemos a pensar de día? De esta forma podremos crear estructuras de tal solidez que, tarde o temprano, llegaremos a olvidarlas.
Referencias
Bogart, A. (2015). Antes de actuar. Alba.
Garcés, M. (2013). Un mundo común. Bellaterra.