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Jane Austen y la mente: cómo curar el exceso de emosciones en Sense and sensibility

María Teresa González Mínguez

Universidad Nacional de Educación a Distancia

Resumen: La enfermedad mental y la sensibilidad han sido temas relevantes en literatura frecuentemente asociados con lo femenino. Novelas del siglo diecinueve como Sense and Sensibility de Jane Austen (1811) o Jane Eyre de Charlotte Brontë (1847) son magníficos ejemplos de autoras que escriben sobre la locura y la utilizan como herramienta para criticar la opresión sufrida por las mujeres. El objetivo de este capítulo es demostrar cómo Austen usa a Marianne Dashwood, la temperamental heroína de Sense and Sensibility, para exponer la indefensión y los peligros a los que estaban sometidas las mujeres en Gran Bretaña en una época de profunda transformación, y, como, con ironía, poder combatir la vulnerabilidad que las invisibilizaba frente a la justicia social, ideológica y económica.

Palabras clave: Locura; Sensibilidad; Mujeres; Invisibilidad; Ironía; Crítica.

La locura y la sensibilidad siempre han sido temas importantes en las obras literarias de todos los tiempos. Sin embargo, en el siglo diecinueve ambas fueron asociadas con la mujer. La enfermedad mental y el exceso de emociones fueron catalogadas como atributos intrínsecamente femeninos porque se pensaba que las mujeres poseían una constitución más delicada que los hombres y eran más susceptibles a percibir emociones. No obstante, para algunos escritores, no eran solo el resultado de una femineidad inestable sino una forma perspicaz de manifestar un profundo espíritu crítico. Actualmente, el hecho de describir estos sentimientos extremos se considera “uno de los síntomas más reveladores del confinamiento y la opresión sufridos por las mujeres” (Goodman 1996: 116)1. Sin duda, Sense and Sensibility, la primera novela escrita por Jane Austen, es uno de los más célebres ejemplos de textos sobre la locura escritos por mujeres. La obra muestra las vicisitudes de la vida real a finales del siglo dieciocho y principios del diecinueve más que ninguna de las novelas de Austen así como el interés de la autora por la enfermedad física y mental.

Con solo diecisiete años, Marianne Dashwood, la hermana pequeña de la prudente Elinor estaba enamorada hasta la sinrazón. A decir verdad, ambas hermanas tenían el corazón destrozado por asuntos sentimentales. La hipótesis de Marianne de que las primeras impresiones son fieles a la realidad, la imposibilidad de poderse volver a enamorar de nuevo después de un desengaño y la convicción de que lo individual prevalece ante el bien común le conducen a serias consecuencias que rayan en lo trágico. En una potente avanzada hacia el feminismo, Austen rescata a la joven de un peligroso estadio de sensibilidad que estaba convirtiéndose paulatinamente en histerismo.

El objetivo de este capítulo es demostrar que Austen jamás ensalza el desequilibrio psicológico y la excesiva sensibilidad sino que los emplea como mecanismos para mostrar la vulnerabilidad de las mujeres ante los peligros que les amenazaban en un siglo de cambio radical en Gran Bretaña. Para ello, se esbozará el pensamiento filosófico que envuelve a la novela así como las idiosincrasias de sus personajes bidimensionales, para así probar como la autora es finalmente capaz de desdibujar los límites entre sentido y sensibilidad y tratar de evitar la degradación social y humana de las mujeres.

Al comenzar a redactar este capítulo, la idea era simplemente centrarse en la figura de Marianne. Pero al revisar anotaciones y profundizar en nuevo material es obvio que, aunque en muchos casos las circunstancias biológicas así lo propician, Marianne no podía haber enloquecido por si misma. También, en determinado momento de la novela, el lector percibe un atisbo de locura en Elinor. Por supuesto que las dos pobres hermanas, destituidas social y económicamente, no son totalmente responsables de sus ataques de histeria. Los Willoughbies y los Ferrarses son en gran parte culpables. Sense and Sensibility no solo trata de dos jóvenes angustiadas sino que aborda graves problemas sociales. Este año, en el que Gran Bretaña está plagada de exposiciones conmemorando el bicentenario de Charlotte Brontë, nos podemos preguntar si Elinor no es el “doble oscuro” (Goodman 1996: 120) de Marianne tal como Bertha Mason lo es de Jane Eyre y, en resumen, la misma mujer2.

La novela apareció en 1812 con una críptica pista sobre su autor– “por una dama”3. Sin duda, el público estaría intrigado sobre quién era esta fémina tan perceptiva, tan consciente de la inestabilidad social, y de cómo exponía el cambio de ritmo vital influido por el nuevo concepto de sensibilidad. Austen es hábil en las descripciones de mujeres crueles con otras mujeres. Su talento también es extraordinario cuando envía a los hombres a Londres para gestionar misteriosos asuntos, así como cuando transporta y evapora a los personajes femeninos desde sus cómodas casas de campo a la capital para hacerlas luego retornar a la campiña. En su devenir, las mujeres crean su propia esfera y murmuran histéricamente desconcertadas sobre el mundo masculino durante días e incluso semanas especulando sobre lo que los hombres dicen o se supone que quieren decir.

Elinor y Marianne son hermanas instruidas, elegantes, refinadas y de animada conversación que saben usar estas cualidades de forma diferente. Mientras Marianne las emplea para discriminar a los que no son como ella, Elinor es negativa con su propio sexo, pero, a diferencia de su hermana, no establece una línea de separación entre ella misma y los demás. Elinor también tiembla de deseo y se estremece con el sufrimiento y la falta de respeto, pero como sugiere Elena Ferrante en The Guardian, “es producto del control prudente de la sensibilidad”. Como muchas mujeres altamente competitivas en nuestros días, Marianne necesita ser el centro de atención y es, sin duda, un claro exponente de heroína de sensibilidad de la época.

La sensibilidad era una corriente del siglo dieciocho que enfatizaba la importancia de las emociones y los sentimientos en las relaciones humanas. A partir de 1740 algunos pensadores como John Locke or Jean Jacques Rousseau defendían que el ser humano poseía una sensibilidad y un sentido moral innatos que se manifestaban a través de las emociones reflejadas en la empatía y la benevolencia con los demás. Esta tendencia estaba conectada con el auge de las clases medias en el siglo dieciocho y su creciente preocupación con la reforma de costumbres. Alrededor de 1870 la sensibilidad se politizó al ser asociada con políticas liberales y reformistas, especialmente las relacionadas con la Revolución Francesa, y por lo tanto, se relacionó con la vida disoluta. Según Peter Kidson, “El abuso de la sensibilidad podía conducir a la histeria y al desorden; [y] hacer que los hombres se comportasen como mujeres” (330, 332)4.

Kitson define a Marianne como “individualista, emocional, grosera, indiscreta, apasionada, indulgente y entusiasta” (379)5. A esta definición también se podría añadir el adjetivo desconsiderada por su especial falta de delicadeza con su cuñada Fanny y la señora Jennings. Marianne se permite esa licencia simplemente porque cree estar por encima de todos los que la rodean. Desde el momento en que John Willoughby –el perfecto villano de la novela– la rescata de su caída, su peculiar actitud se agudiza cada vez más. Willoughby es atractivo, egocéntrico y cínico. Aparentemente enamorado de Marianne y la literatura, este encantador joven es, sin embargo, uno de los muchos obstáculos que deben salvar las hermanas Dashwood en su carrera para conseguir un marido solvente dentro de ese opresivo código moral que las obligaba a concertar matrimonios de conveniencia y a producir herederos en un periodo de tiempo muy limitado. De esta forma, como el resto de las mujeres de las clases acomodadas, evitarían sobrevivir en precario o depender de la caridad de hermanos y cuñadas, con frecuencia no demasiado generosos. Ciertamente, la ley de herencias, que excluía a las mujeres de las propiedades de su progenitor dando prioridad al heredero varón más cercano en consanguinidad, determinaba su estado emocional.

La admiración de Willoughby por el mundo natural coincide con la afición de Marianne por los espacios abiertos. Con su escasa prudencia, ésta le compara constantemente y de manera tan desfavorable con la elección secreta de su hermana –el tímido y obediente Edward Ferrars– que el lector percibe que Elinor también corre el peligro de sucumbir a sus encantos. La extrema sensatez de Edward y su visión tan poco pintoresca del paisaje del sur de Inglaterra hace que la melancolía de Marianne resulte incluso cómica. No obstante, según va avanzando la novela, se puede apreciar un curioso efecto circular porque la comicidad vuelve a contrastar con la grave enfermedad de Marianne al ser traicionada por Willoughby, produciéndole un estado que angustia mental que resulta, en palabras de Paula Byrne en su artículo en The Guardian, “doloroso de leer”. Lo menos interesante de la figura de Marianne es su belleza; lo que realmente impacta es su inteligencia y la intensidad con la que proyecta su propia humillación pública y su declive físico y mental.

Austen retrata el exceso de sentimientos como problemático y, aunque Marianne es el personaje más atrayente de la novela, la autora nunca ve la locura como un bello concepto romántico o la describe como positiva. Austen critica duramente el exceso de sensibilidad de la época al más elevado nivel con el episodio del intento de suicidio de Marianne. Como dice Kimiyo Owaga, “los límites entre la auténtica y la falsa sensibilidad se difuminan”6 y, es en ese momento, cuando la escritora se pone de parte de Elinor, demostrando la importancia de la moderación e insistiendo en que la razón nunca debe descartarse. En la época ilustrada y racional en la que vivió Austen, el suicidio era parte de la sociedad. A finales del siglo dieciocho Gran Bretaña se había convertido en el país con más índice de suicidios del mundo civilizado. Aunque el suicidio era un crimen contra Dios y el rey, la tasa era tan elevada que el metodista John Wesley recomendó al Primer Ministro William Pitt que adoptara medidas. La mayor parte de la sensibilidad de Marianne procede de los libros hasta el punto en que incluso se podría pensar que Austen copia modelos de la literatura sentimental convencida de que la tentativa de suicidio es la reacción propia de una mujer abandonada por su amante. Es a través de Elinor como la escritora muestra al lector su preocupación ante el incremento de las tendencias suicidas y su alarma frente las reacciones que las ridículas novelas sentimentales podían provocar en las jóvenes. Por este motivo, Elinor, con sus continuos cuidados, siempre protege a su hermana del escrutinio público, aunque, a decir verdad, nada de lo que le aconseja le reporta paz mental. Evitando la muerte de Marianne, Austen satiriza y ataca los efectos que las novelas sentimentales podían generar en la mente de una heroína de sensibilidad.

Releyendo las páginas de una imaginativa publicación de Arielle Ecktut y Dennis Ashton titulada Pride and Promiscuity. The Lost Sex Scenes of Jane Austen, observamos de nuevo como Elinor experimenta el mismo tormento interior que su hermana ya que el hombre al que ama está comprometido con otra –la tramposa Lucy Steele– que disfruta torturándola psicológicamente con detalles sobre su compromiso con Edward Ferrars. Quizá por ello, Elinor tolera las debilidades de Willoughby, porque estar enamorada de un hombre que ha dado su palabra a otra mujer era casi equivalente a estarlo de un hombre casado. No es cierto que la sociable Elinor carezca de sensibilidad. La joven tiene tanta como su hermana, pero la reprime y avanza en su esfera particular conteniéndose y haciendo el bien para demostrar que es mejor que aquellos que no pueden controlarse a sí mismos. Pero Elinor reclama su derecho a la locura en esa escena en la que por fin sus emociones salen a la luz. Lo realmente asombroso es que su confesión no es excesivamente melodramática; el lector percibe su angustia a través del estupor de Marianne aun cuando es Elinor la que se derrumba y revela a su hermana el horrible tormento al que se ha visto sometida durante meses.

A la vez que Austen revisaba el manuscrito de la novela, daba consejos prácticos a su hermana Cassandra, que había perdido dramáticamente a su prometido, diciéndole que podía enamorarse de nuevo. Pero, aparte de temas familiares, la escritora comprendía que, por un lado, una excesiva sensibilidad implicaba peligro, y por otro, describía una tendencia enfermiza que no era solo la obsesión de una chica de diecisiete años, sino una filosofía que retó las bases del gobierno y la sociedad británica en una década revolucionaria. Cuando Austen escribía la novela, observa Karen Gervitz, los valores comerciales, particularmente aquellos que propugnaba la tan temida sensibilidad, se habían convertido en una corriente que excluía a las mujeres de la economía y las actividades públicas incrementando así su ansiedad (141).

Al salvar a Marianne del suicidio, Austen se resiste a la tradicional descripción de la locura como producto de una femineidad inestable por naturaleza. En cambio, insiste en que la tendencia literaria e ideológica que definía la inestabilidad mental femenina debilitaba y humillaba a las mujeres presentándolas como irresponsables, volátiles y poco dignas de confianza. Rompiendo una lanza a favor de Marianne, se podría decir que no es muy diferente de las otras mujeres que aparecen en la novela; quizá su principal defecto es la fidelidad a su propia sensibilidad como única vía hacia la verdad. Pero, afortunadamente, Marianne reacciona cuando se da cuenta de que se ha hecho daño a si misma y a sus seres queridos, cuando percibe la importancia de la colectividad frente al individualismo. Sin lugar a dudas, la mediana de las Dashwood resulta una de las heroínas más atractivas de la historia de la literatura porque lucha en contra de los convencionalismos. Marianne es el producto de una nueva época y de nuevas necesidades que se arriesga a retar y romper las costumbres inflexibles y la hipocresía social.

Una de las muchas razones por las que Austen continúa siendo tan popular es porque los temas que trata todavía continúan vigentes y, por lo tanto, son inteligibles. En la actualidad, las jóvenes tienen magníficas oportunidades laborales y no necesitan el vínculo matrimonial para sobrevivir, pero aún ansían amor, seguridad, compañía, y relaciones de igualdad entre hombres y mujeres. La conexión entre sensibilidad y depresión que Austen describe en Sense and Sensibility muestra claros paralelismos con enfermedades mentales del siglo veintiuno, especialmente entre adolescentes. Solo tenemos que modernizar a los personajes y sus vestimentas y seremos capaces de percibir la ferocidad del mundo masculino que todavía hoy degrada al sexo femenino, y lo que es peor, la dureza y la violencia de esas mujeres que no cesan en su constante conflicto con las demás.

Bibliografía

BYRNE, Paula (2002): “Jane Austen Behind the Scenes”, The Guardian. 31 Aug. [https://www.theguardian.com/books/2002/aug/31/janeausten.classics] Consultado el 18 Junio 2016.

ECKSTUT, Arielle; ASHTON, Dennis (2001): Pride and Promiscuity. The Lost Sex Scenes of Jane Austen. New York: Fireside.

FERRANTE, Elena (2015): “I was passionate about Austen’s Anonymity”. The Guardian. 16 October 2015. [https://www.theguardian.com/books/2015/oct/16/sense-and- sensibility-jane-austen-elena-ferrante-anonymity] Consultado el 18 Junio 2016.

GEVIRTZ, Karen B. (2005): Life after Death. Newark: University of Delaware Press.

GOODMAN, Lizbeth (1996): Literature and Gender. Gender and Literature, London: Routledge.

KITSON, Peter J. (2008): “The Romantic Period, 1780-1832”, English Literature in Context. Paul Poplawski ed. Cambridge: CUP.

OWAGA, Kimiyo (2012): “Marianne’s Addiction: Amorous Pleasures in Sense and Sensibility”, Persuasions on line. Vol. 32 (Summer). [http://www.jasna.org/persuasions/on-line/vol32no2/ogawa.html] Consultado el 18 de Junio 2016.


1 “one of [women’s] own feelings of entrapment and oppression”. Traducción del autor.

2 “dark doublé”. Traducción del autor.

3 “by a lady”. Traducción del autor.

4 “Too much sensibility might lead to hysteria and disorder: [and] it might lead to men behaving like women”. Traducción del autor.

5 “individualistic, emotional, impatient, rude, indiscreet, passionate, indulgent and enthusiastic”. Traducción del autor.

6 “the boundaries between genuine and false sensibility become blurred”. Traducción del autor.