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BLOQUE 1. Ensayistas y Literatas

Carmen Laforet: una mujer avanzada a su tiempo

Santa Ferretti

Universidad de Szczecin (Polonia)

Resumen: Un análisis de la figura de Carmen Laforet, sin duda una escritora adelantada a su tiempo por el ansia de libertad y de independencia que se desprende de su forma de escribir ; comprobaremos cómo sus novelas están llenas de mujeres a las que, como le ocurría a ella misma, les viene estrecho el traje que les prestó la vida. Mujeres deseosas de escapar de sus zapatos y poder volar. Pero subyace en todas ellas, incluso en las más dramáticas, un sentido del humor, una capacidad para la ironía, para decir sin decir, que son claves en su narrativa. Gran parte de las protagonistas de sus relatos son mujeres que trabajan fuera de casa, en general desempeñan su labor en oficinas. La mujer se presenta como un miembro con pleno derecho en la sociedad.

Palabras clave: España; Literatura; Narrativa femenina de la Posguerra; Derechos de la mujer; Crítica social; Neorrealismo europeo de posguerra.

En estos últimos años se ha recobrado el interés tanto por la figura de Carmen Laforet como por su obra literaria. Se ha recopilado toda su narrativa breve bajo el título Siete novelas cortas (2010), en 2010 también vio la luz la biografía a cargo de Anna Caballé e Israel Rolón (2010) Carmen Laforet. Una mujer en fuga; amén de distintas publicaciones surgidas anteriormente, desde el retiro de la escritora, por ejemplo la obra Carmen Laforet de Roberta Johnson (1981). La profesora Johnson seguiría ocupándose de la obra de C. Laforet en los años siguientes. Recordamos también su ensayo “La novelística feminista de Carmen Laforet y el género negro” (2006). Un año después de la obra publicada por Johnson, en 1982, el hijo menor de Carmen Laforet, Agustín Cerezales (1982), publicó a su vez Carmen Laforet, un trabajo biográfico que contiene una selección de textos de la novelista además de otros de crítica literaria sobre la obra de su madre hasta aquella fecha y que marcaría un hecho característico: ubicar a Agustín Cerezales, albacea de la obra de su madre, como el principal suministro de la información tanto biográfica como editorial relacionada con la escritora. Más recientemente, apareció Mujeres de la posguerra, de Carmen Laforet a Rosa Chacel. Historia de una generación, obra de la periodista Inmaculada de la Fuente (2002), que añade importantes noticias y sobre todo una nueva interpretación con relación a las anteriores, las someras biografías de Johnson y Cerezales. Al año siguiente Israel Rolón (2004) editó Puedo contar contigo, que contiene la correspondencia epistolar mantenida por Laforet con el novelista español, afincado en los Estados Unidos, Ramón J. Sender; y en 2004, apareció la novela inédita Al volver la esquina (2004), segunda obra de una trilogía siempre anunciada pero nunca publicada como tal que, junto a la publicación de los cuentos Carta a Don Juan (2007), nos descubrieron una nueva e inédita Carmen Laforet. Es decir una escritora más prolífica y versátil de lo que a veces se nos ha querido hacer creer.

Hay que matizar, sin embargo, que, en realidad, el título aportado por Rolón, Carmen Laforet/Ramón J. Sender Puedo contar contigo. Correspondencia, marcó el punto de inflexión en los estudios laforetianos. El libro aportaba por primera vez la voz auténtica de la escritora, opinando sobre su obra, sobre obras ajenas (principalmente la del propio Sender) y sobre las dificultades que representaba para ella seguir manteniendo en pie su carrera literaria. Es decir, se ofrecía una visión poliédrica de Laforet desconocida hasta entonces. De ahí que los estudios sobre su obra adquirieran una nueva profundidad, como sucede siempre que se incorporan nuevos materiales biográficos al conocimiento de un escritor. Israel Rolón, tras la lectura de las obras de Carmen Laforet y para lograr explicar los enigmas de la escritora y los aspectos biográficos que no se perciben a simple vista, siguió investigando a la búsqueda de nuevos materiales epistolares que ayudaran a configurar su trayectoria desde un punto de vista interno.

El origen de la pesquisa epistolar de Rolón fue la lectura de Palalelo 35. Rolón comprendió que tenía que haber una correspondencia entre la autora y Sender. En primer lugar la buscó en EE.UU., especialmente en California, para después encontrarla en España, en la ciudad de Huesca donde se encuentra depositado el archivo de Sender y gran parte de sus cartas recibidas. Rolón aisló los manuscritos originales de entre unos seis álbumes diferentes en los que las cartas habían sido colocadas por orden cronológico. Luego tuvo que enfrentarse con la carencia de fechas con que algunas cartas fueron escritas (antes de transcribirlas con no poca dificultad debida a la escritura a mano, al deterioro de la claridad de la tinta y al uso de ambas caras del folio). Al contrario de Laforet, Sender escribió (excepto dos) toda su correspondencia mecanografiada. Gracias a la familia Laforet se han conservado y se pudieron incluir en el libro casi todas las cartas que corresponden al autor aragonés. La importancia de las cartas reside en el estilo natural, sencillo y espontáneo, no exento de matices poéticos propios de la sensibilidad artística de ambos autores. Las cartas también dan a conocer aspectos de la creación literaria de la autora así como de sus largos silencios. El epistolario, a pesar de que la correspondencia esté fechada mucho antes, empieza en 1965 y va hasta 1982. Marie-Lise Gautier en “Carmen Laforet”, Interviews with Spanish Writers (1992) refiere las palabras de Carmen Laforet y Sender: “Nos conocíamos por correspondencia desde hacía unos veinte años: Cuando la publicación de mi primera novela, Sender tuvo la generosidad de escribirme desde [Nuevo] México. Yo le admiraba sin haber leído más que una pequeña parte de su obra”. Con Sender, Carmen Laforet encuentra a un confidente –no será el único– y le habla de lo difícil que es ser mujer y escritora al mismo tiempo y el resquemor hacia una sociedad que parece rechazar a las mujeres que se dedican a un oficio distinto al del ámbito del hogar y la familia que tradicionalmente se les ha reservado. Comunica al escritor sus inseguridades y su constante actitud crítica hacia su obra, su deseo de ser buena madre, su búsqueda de alegría y felicidad y su anhelo religioso. Se dice apolítica, pero va creciendo en su interior una hostilidad hacía su país por los cambios que observa en él y por la incomodidad que ello le comporta.

En 2004, Benjamín Prado y su esposa Teresa Rosenvinge publicaron en Ediciones Omega, en la colección Vidas literarias, una serie de biografías dirigidas por la escritora Nuria Amat, un volumen dedicado a Laforet. Incluye una selección de textos realizada por los propios autores y cedidos por los herederos de la propia autora. Cabe mencionar, al hilo de la aportación de los descendientes de Laforet, la valiosa aportación autobiográfica de la hija de Carmen Laforet, Cristina Cerezales Laforet, que en 2009 publicó Música blanca,13 libro en el que recuerda y honra la memoria de su madre en una escritura poético-biográfica que proporciona también algunos datos valiosos.

Además de los libros mencionados más arriba, sería reprochable olvidarse de destacar una serie de artículos y trabajos sobre la vida y la obra de Carmen Laforet, aparecidos recientemente. Así, el artículo de la novelista Carme Riera “Hace 40 años, una noche como hoy”, publicado en El País el 6 de enero de 1985, donde se recuerda la noche del primer premio Nadal en la que resultó ganadora una joven Carmen Laforet. Destaca también el completo estudio de Nada que la catedrática de la Universidad de Barcelona, Rosa Navarro Durán, lleva a cabo en la edición de Nada publicada por Destino el año 2006. De nuevo Carme Riera publica, esta vez en 2012, otro artículo el que lleva como título “Relectura de Nada en clave barcelonesa”, publicado en Cuadernos hispanoamericanos, número 742. También examinaremos el artículo de Anna Caballé “Laforet inédita”.15

Nuestra intervención se va a centrar en uno de los aspectos menos considerados de la escritora hasta ahora: su narrativa breve, escrita en un corto periodo de tiempo, entre 1952 y 1954, y bajo unas condiciones de espíritu que resultan perfectamente diferentes del conjunto de su obra. En ella apreciaremos la suave ironía con que tiñe sus narraciones, su reacción ante la belleza de la Naturaleza, su amor a la libertad y sobre todo la búsqueda de una verdad interior relacionada con el amor y la bondad que puede vincularse sin lugar a dudas a la etapa religiosa vivida por la escritora en este periodo.

En particular vamos a centrarnos en los personajes femeninos de sus cuentos, pues al igual que ocurre en la mayor parte de su obra (excepto en la última etapa, vinculada a La insolación16 son ellos los que aportan con mayor profundidad un conocimiento psicológico del ser humano.

El análisis de su narrativa breve nos va a proporcionar fundadas bases para una interpretación más ajustada de la Carmen Laforet real, hasta hace poco reducida a su creación más inmortal, la frágil Andrea de Nada.17 Es cierto que el deterioro mental de Laforet en los últimos años marcó de alguno modo su obra anterior, igualmente marcada por la manera en que la dura posguerra pudo quebrar su sensibilidad como artista. Carmen Laforet publicó poco y lo hizo en un periodo de tiempo que va de 1945 a 1960. Es decir su carrera se centra en quince años a lo largo de los cuales practicó con muchos géneros: la novela, la novela corta, el cuento, el artículo periodístico, el cuento incrustado como artículo, el libro de viajes y el diario (abordado como forma periodística en sus artículos publicados en ABC) pero, como ha probado la biografía de Caballé&Rolón la escritura se prolongó en el tiempo, mucho antes y mucho después del periodo comprendido entra ambas novelas. Pero hubo quien, haciendo juegos de palabras más bien chistosos, afirmaron que Nada es todo en Laforet.

Uno de los objetivos de este trabajo que presento es demostrar cómo Carmen Laforet ha sido no solamente la autora de Nada, que cruzó como un meteoro el firmamento de la novelística española de la posguerra, sino una valiosa escritora de novelas cortas y de cuentos, menos considerados por la crítica pero altamente representativos de su quehacer. Dicha narrativa breve habrá de situarla como una mujer de su época que, sin embargo, rechaza el compromiso ideológico o el realismo social, que se impone en los años cincuenta, para sumergirse en la búsqueda de una verdad humana que carece de color político y sí aporta, en cambio, una reflexión sobre la honestidad, la hipocresía, la ambición o la abnegación como hechos fundamentales en las vidas de los seres reales.

Laforet es una excelente escritora de relatos breves a los que, sin embargo, ella no concede demasiada importancia. Su periodo de creación en este género es sumamente limitado, como se ha dicho. Nunca más vuelve a escribir narrativa breve, pero el cuento le sirve para dar forma a sus nuevas creencias y necesidades religiosas. Y de ahí la aportación sutil de Laforet a una narrativa católica que en los años 50 tendrá en ella y en sus cuentos a una de sus más importantes representantes. Y es en los personajes femeninos donde proyecta mejor su singular religiosidad, próxima al franciscanismo y a la búsqueda permanente de la pureza espiritual. La autora parte de los aspectos más negativos pero también cotidianos de la vida religiosa, como por ejemplo la beatería, para llegar a una cota más alta de la perfección espiritual. En La niña (2010) se describe una religiosidad cercana al pueblo, piadosa y popular; sin embargo, Carolina se entrega por amor a los demás, sin buscar ninguna compensación, se sacrifica por el bien ajeno y es en este sacrificio donde encuentra su religiosidad. La vida interior se va purificando y todas las protagonistas realizan su progresión religiosa a través del sacrificio y del sufrimiento; trascienden el hecho meramente religioso, entendido como una serie de prácticas eclesiásticas, al sentir profunda pena por los demás, y esa actitud las conduce a la plenitud de la vivencia de la fe. En este sentido, observamos cómo la pobreza en El piano está lejos de verse desde una perspectiva social reivindicativa, para convertirse en un hecho luminoso capaz de irradiar la virtud a su alrededor. Para Laforet la pobreza tiene siempre una dimensión evangélica por la cual los pobres son los privilegiados de Dios. Rosa y su marido preferirán ser pobres para conservar la dignidad y seguir siendo libres.

Laforet aborda diversos temas como el hambre, las penurias, la miseria, la lucha por la supervivencia, la precariedad, la falta de medios, etc.; poner de manifiesto la crítica social que aparece en su narrativa breve pero siempre a la luz de unas convicciones religiosas que buscan la verdad y evitan el conflicto. Sus ideales resultan próximos a los ideales de San Francisco de Asís y que lamentablemente la crítica no supo valorar en su momento de manera oportuna; facilitar una lectura actualizada de su narrativa breve, la parte más olvidada de la producción novelística de la autora de Nada. Obras como Un noviazgo, La llamada o El piano tienen cada una un rasgo o un aspecto que muchas veces supera la forma artística y estilística de su primera novela Nada. De modo que queda claro que Laforet no fue la autora de un unius libri, y las novelas cortas El piano, El viaje divertido, Los emplazados, El último verano, La llamada, La niña y Un noviazgo revelan de su autora la tenacidad de no darse nunca por vencida en su lucha por expresar el mundo que llevaba dentro. La misma Laforet nunca se dio por satisfecha e intentó superarse y mejorar en nuevas entregas.

Las siete narraciones breves citadas muestran prioritariamente temas como el desarrollo de la propia identidad, la autonomía personal, los valores cristianos y la represión social; algunas de sus narraciones breves realizan aportaciones importantes al tema del feminismo y de crítica social, presente en mucha de su obra. Aunque muy matizados por temas específicos de la religión católica como la caridad, el amor o el sacrificio, derivados de la propia conversión de la escritora en diciembre de 1951, no es nada difícil detectar la crítica social en los escritos breves de Carmen Laforet, aunque la mayoría de los expertos a menudo no hayan incidido en este particular.

Gonzalo Sobejano (1970) nos dice que Carmen Laforet es una novelista verdaderamente femenina, con lo que quiere significarse que sea muy sensitiva, sentimental o fantaseadora. Sus novelas tratan asuntos fuertes, muestran sin embozo realidades turbias y no esconden la verdad tras velos sonrosados. No obstante, en ellas siempre está presente la mirada de la mujer: mirada de comprensión y de amor hacia el hombre y las cosas. En sus obras se hace transparente que la verdad de la mujer es la asistencia, en todos los sentidos de esta palabra: presencia, auxilio y vigilancia del corazón. Algunos críticos señalaron el posible influjo de Dostoievski, pensando sin duda en la desconcertante psicología y en el desgarramiento y exaltación de algunas figuras de sus novelas cortas y cuentos. Pero si es cierto que asoman rasgos que la relacionan con la literatura rusa (Chejov, además de Dostoievski), también lo es que esta escritora, en su forma de ver y escribir, está más bien en la línea del neorrealismo europeo de posguerra, al que se anticipa en cierto modo.

La España de Laforet es la España de la posguerra, donde la realidad política influye muchísimo en la libertad de escritura. Muchas escritoras vivirán en el exilio (Clara Campoamor, Margarita Nelken, María Zambrano, María Teresa León o Federica Montseny) impidiendo la lógica influencia que sus respectivos talentos hubiera podido ejercer en las nuevas generaciones de escritoras, mientras que las escritoras del interior sufrían la censura y la presión ideológica ejercida por el nuevo régimen y que fue especialmente opresiva con las expectativas femeninas. La nueva realidad política impuso normas morales impensables después de los avances aportados por la II República. A modo de ejemplo recuérdese cómo el nuevo gobierno de la nación regulaba la concesión de créditos para favorecer el abandono del trabajo profesional conseguido por la mujer: es mejor que estas vuelvan a sus casas y cuiden de sus familias. En la obra de Laforet queda reflejada toda una época como trasfondo de sus personajes y de sus amputadas inquietudes.

La autora termina por desenmascararse como sujeto de vida y escritura, aunque siempre de forma pudorosa. Considerando la obra como proyección de la imagen femenina de la propia autora, sin duda una escritora adelantada a su tiempo por el ansia de libertad y de independencia que se desprende de su forma de escribir, comprobaremos cómo sus novelas están llenas de mujeres a las que, como le ocurría a ella misma, les viene estrecho el traje que les prestó la vida. Mujeres deseosas de escapar de sus zapatos y poder volar. Pero subyace en todas ellas, incluso en las más dramáticas, un sentido del humor, una capacidad para la ironía, para decir sin decir, que son claves en su narrativa. La tipología del personaje femenino, junto al humor, es uno de los rasgos constantes que hemos observado en la narrativa breve de Laforet.

Ahora bien, bajo esta denominación genérica de personaje femenino se ocultan conceptos diversos, por lo que hemos dedicado gran parte de este estudio a definir los rasgos de las mujeres de esas novelas cortas: el estudio previo de los diversos tipos de mujer, así los resortes de las mismas, nos ha permitido detectar su función en las obras de la autora. No ha sido, pues, el criterio de calidad suprema el que ha presidido siempre nuestra selección, sino la consideración de que incluso las obras menos felices incorporan su nota, aunque disonante, a la totalidad de la producción de una autora, y que, por tanto, deben ser tenidas en cuenta a la hora de valorar dicha producción. Recordar el caudal menos conocido de la narrativa breve de C. Laforet ha sido otro de los motivos inspiradores de nuestro trabajo.

También hemos de destacar en estos relatos la reflexión que contienen sobre los derechos de la mujer y su papel en la sociedad española de su tiempo. La mujer se presenta como un miembro con pleno derecho en la sociedad. Gran parte de las protagonistas de sus relatos son mujeres que trabajan fuera de casa, en general desempeñan su labor en oficinas, como en el caso de Alicia de Un noviazgo o de Rosa de El piano. Otras, como Teresa de Los emplazados ejercen como maestras.

Estas mujeres se presentan como mujeres independientes, debido a su labor, como es el caso de la protagonista de Un noviazgo, pero al mismo tiempo son mujeres tradicionales que responden a sus obligaciones familiares con absoluta dedicación, que son amantes de los maridos y de los hijos, si se trata de mujeres casadas, como es el caso de El piano. Las mujeres de las novelas de Laforet anhelan la libertad personal y económica pero no la consiguen y regresan siempre, tras un fracaso, al hogar, a su vida de siempre.

Al tiempo que son también mujeres modernas, que introducen nuevos hábitos y nuevas aficiones, en otros tiempos vetados a las mujeres, como moderna fue la propia Laforet en sus planteamientos vitales; así Rosa, la protagonista de El piano, tenía la costumbre de fumar, como lo hacía habitualmente la escritora, pero no así el marido de Rosa, Rafael, que, a diferencia de su mujer, no fumaba; otras, manifestarán, también su afición por los viajes, como Mercedes, Rosa o Rosamunda, una vez más como la propia autora, y lo sabemos no sólo por sus datos biográficos sino por su propia confesión en artículos publicados en la revista Destino, como el que lleva por título “La maleta” o el que se titula “El viaje”, como serán aficionadas a los viajes las protagonistas de Un viaje divertido, de La llamada o de Rosamunda.

Las mujeres casadas de Laforet en su gran mayoría realizan el intento de liberarse de una vida que les resulta por alguna razón insoportable. Así Alicia, la protagonista de Un noviazgo, renuncia a las ataduras de un matrimonio de conveniencia o Rosamunda que busca su libertad en el arte o Mercedes que, de la misma forma que Rosamunda, piensa que su destino reside en la declamación o la protagonista de Un viaje divertido, que por unos días olvida sus obligaciones domésticas. Todas ellas desean liberarse de las ataduras que les impiden la felicidad y se lanzan a la aventura de encontrar su propio camino. En La llamada, Laforet nos invita a escuchar la voz interior que nos convence de que la realización de nuestros sueños siempre es posible. No importa el precio, ni tampoco el grado de dificultad que se deba vencer, siempre cabe la esperanza de que nuestros ideales se lleven a cabo. Estas mujeres, excepto Alicia de Un noviazgo, si bien su intención era la de contraer matrimonio, tienen en común que están casadas y se deben a un matrimonio lleno de responsabilidades y obligaciones, incluso de malos tratos, que les ata y no las hace feliz. En conclusión, la autora presenta una visión totalmente negativa del matrimonio, que se presenta como una carga para las mujeres y como una traba que les impide no solo alcanzar la felicidad, sino también la realización de sus aspiraciones en la vida.

Carmen Laforet resultó ser una mujer avanzada a su tiempo no solo por su narrativa rompedora sino también por sus ideas y por su forma de vida.

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— (2010): Siete novelas cortas. Palencia: Menoscuarto. ( “El piano”, “La llamada”, “El viaje divertido”, “La niña”, “Los emplazados”, “El último verano”, “Un noviazgo”).

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