Mujeres de letras: pioneras en el arte, el ensayismo y la educación
BLOQUE 3. Activistas de la historiografía y genealogía feminista

Eugénie Niboyet: apóstol de la emancipación femenina

Sara Sánchez Calvo

Universidad Complutense de Madrid

Resumen: Eugénie Niboyet (1796 1883) fue una escritora, editora y periodista francesa. De fuertes creencias religiosas y políticas, unió su cristianismo a los ideales del socialismo utópico. Vinculada inicialmente al sansimonismo y posteriormente al furierismo, comenzó a editar, en la década de 1830, una serie de panfletos y periódicos desde los que se reivindicaban los derechos de las mujeres. Junto a sus compañeras, fue una activa participante en la Revolución de 1848, luchando desde las letras pero también creando asociaciones de mujeres y planteando reformas legales. Poco conocida actualmente en su país, y desconocida a este lado de los Pirineos, a ella le debemos, en gran medida, el nacimiento del periodismo feminista.

Palabras clave: Sansimonismo; Feminismo; Periodismo; Revolución 1848; Siglo XIX.

Eugénie Niboyet no es una revolucionaria en el sentido clásico del término, pero rechaza los privilegios de cualquier tipo que sean. Es una liberal burguesa que siempre se inscribió en el campo de los partidarios de la liberación de las mujeres; al lado de los sansimonianos en los años 30, a la cabeza de los revolucionarios de 1848 que reivindicaban los derechos políticos “para todos y para todas” (Riot-Sarcey 1987: 59)1.

Esta descripción de la historiadora Michelle Riot-Sarcey2, nos permite hacernos un esbozo general de quien fue Niboyet y acercarnos a su figura. Sin embargo, tanto su rica trayectoria profesional, como su militancia política y su biografía merecen un estudio más exhaustivo, que el presente trabajo no logrará cubrir pero que pretende comenzar, intentando así ayudar a dar a conocer su gran contribución a la lucha por los derechos de las mujeres, al haber sido una de las feministas más activas del siglo XIX francés (Cordillot 1991).

Eugénie Niboyet nace en Montpellier el 11 de septiembre de 1796. Perteneció a una familia burguesa, culta, religiosa y admiradora de Napoleón, y a quien sus orígenes marcaran profundamente sus posicionamientos políticos. En 1822 se casa con Paul-Louis Niboyet, joven abogado de Lyon, con quien comienza la que será una feliz y estable vida familiar3. El 4 de noviembre de 1829, la joven pareja, junto a su único hijo, Jean Alexandre Paulin, de cuatro años, se instalan en París, donde pronto ella comenzará a ganarse la vida con la escritura, actividad que realizaba desde hacía tiempo: Desde los 14 años no he parado de escribir” (Niboyet 1863: 236). En 1830, ganará un premio literario concedido por la organización protestante la Sociedad de la moral cristiana, y a partir de entonces se unirá a esta organización, colaborando en distintas luchas sociales como la abolición de la esclavitud en las colonias francesas, la reforma de las prisiones o la abolición de la pena de muerte4. Interesada por múltiples injusticias sociales, empezará a sentir predilección por la defensa de la educación. En ese mismo año5, y a través precisamente de su activismo, conoce a los seguidores de la escuela doctrinal sansimoniana, de tendencia socialista, a la que de inmediato se unirá junto a su marido, al que había convencido para ello. Niboyet enseguida destacó en su militancia, por su inteligencia, gran capacidad de trabajo y de oratoria con la que animaba a otros a unirse a su organización. Así, en solo unos meses, fue invitada por los líderes a formar parte de la selecta cúpula de la jerarquía. Sería la encargada de las predicaciones en los barrios obreros.

Haciendo un trabajo de militancia a pie de calle, con los obreros en las fábricas, conociendo de primera mano la realidad de las prostitutas, propondrá una serie de medidas para mejorar sus condiciones de vida: incrementar el programa educativo de las niñas en las escuelas gratuitas6, multiplicar las salas de asilo donde los hijos de las obreras eran atendidos y educados para facilitar la vida diaria de sus madres, ayudar a las jóvenes prostitutas, dejar de prohibirles el acceso a cualquier tipo de educación y darles una sólida instrucción, etc. (Sánchez Calvo 2015: 1525-1526).

Entre julio y noviembre de 1831, durante su apostolado sansimoniano, ayudará directamente a más cien personas. Muchas de ellas, de clase obrera, se acercaban al sansimonismo por necesidad, pidiendo ayuda económica o incluso comida. Todos los días Niboyet les asistía, dándoles educación, encontrándoles trabajo, evitando que les echaran de sus casas por impago o cuidando a trabajadoras embarazadas y sin recursos. Al mismo tiempo, les intentaba convencer para que se unieran a la nueva doctrina social, y en muchos casos lo consiguió, dada su profunda creencia en la causa que defendía y a su destreza como oradora (Riot-Sarcey 1994: 62-63).

Respecto a los debates sobre la situación de las mujeres, el sansimonismo fue la primera doctrina política y social que puso la cuestión de la mujer en el centro de su discurso. Lo hizo desde 1829. Precisamente esta sensibilidad con los problemas femeninos y la consiguiente reivindicación de derechos hizo que muchas mujeres se unieran al grupo. Fue una época ilusionante en la cual las discípulas confiaban tanto en su capacidad de desarrollo personal, como en la conquista de mejoras sociales. El reclutamiento femenino fue en aumento, y de hecho, entre 1830 y 1831 está documentada la asistencia regular a los sermones de más de 200 mujeres (Riot-Sarcey 2008: 26). Debido a ciertas dinámicas internas, las ya numerosas sansimonianas, se fueron dividiendo en dos grupos. Por un lado, las llamadas damas de la doctrina o las damas con sombrero estaban vinculadas estrechamente a los líderes (siendo esposas, hermanas, amigas desde la infancia…) tenían una actitud más pasivas, esperando siempre las directrices de ellos, eran de origen burgués y militantes desde el inicio del grupo. Y por el otro lado se comenzaron a organizar las autodenominadas proletarias sansimonianas: de origen obrero, en muchos casos analfabetas cuando llegaron al grupo, eran más activas y contestatarias, tanto dentro y fuera de la familia. Su militancia fue el resultado de la campaña que hizo el sansimonismo en los barrios populares tras la revolución de 1830. Niboyet, pese a su origen burgués y su tibieza ideológica, formará parte de este grupo. Por supuesto, las damas de la doctrina contaban con un mayor apoyo de los líderes, y las tensiones internas fueron creciendo.

Las proletarias comprendieron entonces que solo podían contar con ellas mismas. Fundaron en cada distrito de París comités de ayuda para las madres, las mujeres y los hijos de los obreros, para las que instalaron guarderías y restaurantes comunitarios, mientras que de paso les adoctrinaban. Niboyet predicaba en el barrio de Popincourt, en la calle de la Tour-d’Auvergne. Otras dirigían una Casa sansimoniana que incluía talleres y clases nocturnas para aprender a leer. Desgraciadamente, estas iniciativas, limitadas a París y a algunas grandes ciudades, se topan con la falta de dinero y más aún con la falta de interés hacia este tipo de acciones por parte de las autoridades y de los patronos. La devoción no será suficiente (Groult 1991: 95).

La familia sansimoniana estaba liderada por dos hombres, autodenominados padres, Armard Bazard y Prosper Enfantin. De origen, carácter y tendencias diferentes, sus caminos se fueron separando, hasta que en 1831 se produjo una ruptura total, motivada precisamente por sus distintas posturas ante la liberación femenina. Bazard quería centrar las reivindicaciones respecto a las mujeres en el concepto de igualdad, mientras que Enfantin quería ir más allá, creyendo que la igualdad real tendría que ir basada en la liberación sexual. Bazard y sus seguidores abandonaron el grupo, creyendo que este argumento era un pretexto que abriría la puerta a la promiscuidad y la inmoralidad (Adler 1979: 33). El cisma dividió a los discípulos y mermó la confianza interna en Enfantin, ya convertido en líder supremo. En adelante, bajo su dirección, la escuela sansimoniana se convertirá en una religión, y se comenzaría a predicar la llegada de una mujer mesías, a la que se referían como MUJER o MADRE, y que cambiará el destino de la humanidad. Sin embargo, cuanta más importancia tendrá la mujer en el discurso público, más se irá arrinconando a las mujeres sansimonianas dentro del grupo, apartándolas de la dirección del mismo. Pero desde que comenzaron estos intentos de apartarlas, Niboyet no se había mantenido callada, se negó a someterse y se enfrentó a la jerarquía:

Es por la boca de una mujer que la Palabra sansimoniana debe, creo, ser enseñada y recomendada a los obreros, quitarnos esta facultad, ¡es quitarnos la vida!.. Hacer una difusión individual es mucho sin duda, pero esto no es suficiente para mi actividad. ¡Me gusta actuar sobre las masas porque es allí donde siento toda mi fuerza! Soy apóstol, he recibido mucho, he dado mucho. ¡Le suplico, déjeme en mi elemento!... Soy consciente de la acción que debo ejercer sobre los obreros porque les amo cuando les enseño, me siento luz y me rehago allí de las penas y el cansancio que la difusión individual a continuación trae. Pido pues a mis Padres que me dejen la libre facultad de hacer enseñanzas orales, de distribuir como en el pasado, tarjetas y entradas provisionales, a no ser que ustedes me prohíban este derecho porque yo estuviera cumpliendo mal mi función (Carta de Niboyet del 2 de diciembre de 1831. Citada en Riot-Sarcey 1994:63).

Enfantin puso el foco en la emancipación femenina y aunque intentó controlar este proceso de forma autoritaria, ya fue imposible: las proletarias sansimonianas estaban formadas, organizadas y decididas a liberarse ellas mismas, sin esperar el visto bueno del líder para cada paso que daban. Ellas vivieron un momento privilegiado, unos tiempos de excepción donde podían decir lo que pensaban. Podían ser, simplemente. Se comprometieron con el sansimonismo por amor a la humanidad, por la liberación del pueblo, por una verdadera regeneración social. Dedicarse en cuerpo y alma por una causa que consideraban sagrada, decididas a vivir activamente en lo que era hasta entonces un ideal para contribuir a salvar a la humanidad en peligro por culpa de los hombres (Riot-Sarcey 1994: 54). En el verano de 1832 decidieron publicar su propio periódico, realizado de forma comunitaria, solo por mujeres y dedicado a sus problemas políticos y sociales. El primer periódico feminista7. Las fundadoras fueron dos jóvenes obreras, Marie-Reine Guindorf y Désirée Véret, pero en el proyecto también participaba Niboyet, junto con las otras figuras principales de este movimiento: Jeanne Deroin, Claire Démar y Suzanne Voilquin. El nombre que eligieron para el periódico lo decía todo: La Femme Libre. En el primer número, del 16 de agosto, solo había un artículo titulado Appel aux femmes8. Desde este medio planteaban la batalla por la emancipación femenina en múltiples ámbitos: desde el ámbito legal, criticando las leyes que atacaban a las mujeres y reivindicando el derecho al divorcio; desde el educativo, promoviendo el acceso a la educación de las niñas; desde el doméstico, planteando una nueva organización del hogar que sacara a la mujer de su encierro en la esfera privada; y en el religioso, criticando incluso las posturas oficiales de la Iglesia católica que atacaba a las mujeres.

El fanatismo creciente de Enfantin, que estaba convirtiendo el sansimonismo en una secta, llevó a Niboyet, como a muchas de sus compañeras, a acercarse a las ideas foueristas, la otra gran corriente francesa de los llamados posteriormente socialismos utópicos. La creencia en la emancipación femenina como necesidad social, era básicamente la misma en ambas corrientes. De hecho, Enfantin se inspiraba en gran medida en los textos de Fourier. Él había añadido la reivindicación explícita de la libertad sexual, matiz que nunca había interesado especialmente a Niboyet. Al año siguiente de poner en marcha esa primera gran experiencia colectiva que fue La Femme Libre, Niboyet se mudó a Lyon, donde vivirá varios años, y desde donde seguirá luchando. Publicó el que sería el primer periódico feminista fuera de la capital: Le Conseiller des femmes, de tirada semanal. Más adelante editará también La Mosaïque lyonnaise. Pero su activismo no se circunscribirá al periodismo: en 1834 crea l’Athéne des Femmes. Esta iniciativa social era una espacie de universidad pionera para mujeres, donde podían estudiar desde literatura a economía política y que acogía tanto a obreras como a burguesas. De vuelta a París, querrá continuar su misión social:

En París, contribuí más tarde a la formación de una Sociedad activa de la Paz, de una Asociación de artistas y de gentes de las letras; pero, desanimada rápidamente por la impotencia de mis esfuerzos, me limité a trabajar para vivir, hasta que las jornadas de febrero9 vinieron a cambiar la cara de las cosas (Niboyet 1863: 231).

Niboyet se encontraba inmersa en la publicación del libro que acaba de escribir, dedicado a la emperatriz Catalina II de Rusia, la Grande, cuando estalló la revolución de 1848. Fue precisamente su impresor quien le preguntó si pensaba actuar ante la nueva situación social y el que, unos días después, la empujó a que lo hiciera de la mejor forma que sabía: editando un periódico (Niboyet 1863: 233-234). Aunque políticamente estaba próxima a Víctor Considerant10, era muy respetuosa con el poder establecido y se solidarizaba con la Duquesa de Orleans, esposa del Rey Luis Felipe, el monarca depuesto. Será con el curso de los acontecimientos y el desarrollo de la revolución, cuando se convertirá en republicana, al comprender que el proceso revolucionario era irreversible. Pero pese a ese retraso en sus convicciones, será una republicana sincera (Riot-Sarcey 1994: 183). Llevada así por la fuerza de los acontecimientos, decide ponerse manos a la obra y organizar la publicación de un medio, que sea la voz de las mujeres en esos días cruciales en los que caía un viejo régimen y nacía uno nuevo, que se pretendía social y profundamente democrático. El nuevo periódico, de tirada diaria, se llamará La Voix des Femmes, y conseguirá reunir y activar en un tiempo record, en torno a él, a las antiguas proletarias sansimonianas. La gran acogida que tuvo el medio rebasó sus expectativas y les pilló desprevenidas. La propia Niboyet escribirá, respecto al día de la publicación del primer número:

El éxito sobrepasaba todas nuestras previsiones, antes de finales del día mi salón se convirtió en tribuna, mi apartamento en salón de actos. Entonces me asusté por la grandeza de mi obra, y les pedí a todas estas mujeres secundar, no diciendo ya nunca más mi periódico, sino nuestro periódico. De hora en hora el número de oyentes crecía. Ésta de aquí se convirtió en secretaría; aquella de allí en cajera; otras enseñaban, organizaban, procurábamos asegurarles trabajo a las obreras (Niboyet 1863: 234).

Yendo más allá del trabajo en el periódico, el mismo grupo de mujeres fundará la Asociación Fraternal de La Voix des Femmes, que se ocupará de la educación pública femenina, y un Club, que también dirigirá Niboyet, como punto de encuentro y debate. El periódico llevará la definición de socialista y político, órgano de interés para todas (Adler, 1979: 121). Niboyet, que una vez puesto en marcha el proyecto tomará el papel de directora, quiere dejar clara su intención de unir a todos los grupos de mujeres que se manifestaban esos días en las calles. Sin embargo las rivalidades y los conflictos también afectaran a las mujeres de 1848 (Riot-Sarcey 2008: 39). De nuevo, como en las experiencias anteriores, las periodistas abordaran multitud de temas, pero habrá un debate central sobre la mesa: el derecho de las mujeres a ser reconocidas como ciudadanas.

La reivindicación formal de la ciudadanía para las mujeres fue una de sus luchas principales. Ser consideradas ciudadanas para ellas significaba rechazar quedarse encerradas en sus casas, atrapadas por un destino familiar que les hacía invisibles y les cortaba el contacto con el mundo. El acceso a la ciudadanía conllevaba existir en el marco de la república y de la democracia, en tanto que ciudadanos iguales (Primi 2010: 35).

Pero actuar como ciudadanas, cuando estaban privadas de todo derecho de ciudadanía, era muy complicado. Dentro de la legalidad, su única forma de intervenir era a través del derecho de petición política, que estaba garantizado para todos los franceses desde la Revolución de 1789 (Primi 2010: 36). Tenían que ir por nuevos caminos, intentando sortear las limitaciones legales. Desde el periódico apostaban claramente por el derecho de las mujeres tanto al voto como a poder ser elegidas como representantes políticas. Sus argumentos para estas demandas eran la justicia y la utilidad social (Perrot 1998: 344).

Buscando nuevas vías que las llevaran a conseguir sus derechos, Niboyet jugará un papel central en uno de los episodios más conocidos en la lucha por el sufragio femenino en Francia: desde el periódico presentaran la candidatura de la famosa escritora George Sand11 a las elecciones que acababan de ser convocadas. En el número 16 de La Voix des Femmes, publicado el 6 de abril, Niboyet defenderá la candidatura de Sand con el siguiente argumento, basado en el nombre y las actitudes masculinas de la escritora: “Llamando a Sand a la Asamblea Nacional, los hombres creerán hacer una excepción, ellos consagraran el principio y la regla…” (citado en Riot-Sarcey 2008: 41). Y continúa: “Ser varón por la virilidad, mujer por la intención divina […] Ella se hizo hombre por el espíritu, ella permanece mujer por el lado maternal” (citado en Perrot 1998: 344). Pero para su sorpresa, Sand, que se enteró de su propuesta de candidatura por la prensa, la rechazó y les contestó públicamente a través de otro periódico calificando su iniciativa de ridícula (Riot-Sarcey 2008: 41). Pero, desgraciadamente, el ataque de Sand no sería en único que recibirían. Serán vilipendiadas y atacadas ferozmente por la casi totalidad de la prensa escrita. El dibujante Daumier12, pondrá sus célebres caricaturas al servicio de estos ataques patriarcales13. Yendo mucho más allá del supuestamente pretendido carácter humorístico de estas publicaciones, se irá creando un ambiente cada vez más violento en contra de ellas. Llegaron a ser atacadas y su club tuvo que ser desalojado por la policía debido a los disturbios originados por hombres enfurecidos, especialmente rabiosos por la defensa del derecho al divorcio. Esta campaña de acoso y descrédito terminará con el cierre de los clubs por parte del gobierno.

Ilustraciones de Daumier, de la serie Les Divorceuses (1 y 2)14

Vencida por el desánimo y asustada por el carácter represor que estaba tomando la República, Niboyet cerrará el periódico en junio15. Años después, describirá la época de La Voix des Femmes como la más dolorosa de su vida (Niboyet 1863: 231).

Retirada de la vida pública durante unos años, se exiliará a Ginebra, donde conseguirá vivir con muchas dificultades traduciendo obras de Dickens. En 1860 volverá a Francia, momento en que aflorará la admiración napoleónica con la que le habían criado en su casa. Pareciendo olvidar su lucha a favor de la república y de la democracia, se amoldará sin problema a vivir bajo el Segundo Imperio, alabando a Napoleón III, por culpa del cual permanecían en el exilio muchos de sus compatriotas, revolucionarios e intelectuales, como Víctor Hugo.

Retrato de Niboyet realizado por el fotógrafo Nadar (1880)

En 1863, cuando casi contaba con 70 años, Niboyet publicará Le vrai livre des femmes (El verdadero libro de las mujeres)16. Como ella misma explica en la introducción del libro, su obra es una respuesta a Le livre Des Femmes, publicado tres años antes, en 1860, por la Condesa Dash (Niboyet, 1863: 1). En este, la autora invitaba a las mujeres a someterse en el matrimonio a la voluntad de Dios y a la Ley de los hombres (Riot-Sarcey 1987-59). El hecho de que Dash apelara a la voluntad divina para argumentar la desigualdad entre hombre y mujeres, debió de interpelar a Niboyet dada su fuerte religiosidad. Para rebatir a Dash y argumentar su postura, no dudará en acudir a la Biblia, citando un pasaje dedicado a la creación de la mujer, en el que Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea (Génesis, capítulo II, versículo 180, citado en Niboyet 1863: 3). Y pese a parecer querer obviar su pasado sansimoniano, los principios de esta corriente seguían muy presentes en ella y se translucen en sus argumentaciones: “No soñamos con invertir los sexos; dejemos a cada uno su naturaleza limpia; pero deseemos que de las dos mitades iguales, aunque no semejantes, se componga la unidad de la pareja, realizando la armonía en la familia y en la humanidad” (Niboyet 1863: 4)17.

En la edición original del libro, en la portada, bajo su nombre, reza: Autora de obras diversas y coronadas, miembro de varias Sociedades literarias, sabias y filantrópicas, etc. (Niboyet 1863). Así es como ella quería presentarse al público. Y es que esta obra, además de una respuesta a la de Dash, es un intento de Niboyet de darse a conocer, de conseguir fondos para un nuevo proyecto, el periódico Journal pour toutes, y de limpiar su imagen18. “Seguir la mirada selectiva de Eugénie Niboyet nos permite por lo tanto descubrir a una personalidad contradictoria, a la vez fiel a sus compromisos y respetuosa hasta el exceso de los valores normativos de su época” (Riot-Sarcey 1987: 59). En el último capítulo hace un breve resumen de su vida, pero aunque breve es muy significativo, ya que nos permite analizar qué partes de su biografía quiere resaltar, a la vez que obvia otras. Intenta presentarse como una mujer digna, abnegada, ejemplar. Movida siempre por las buenas intenciones (Riot-Sarcey 1987: 62). Pero en esta obra también podemos analizar qué ha cambiado en sus posiciones políticas y qué no, y por tanto saber así cuáles son las características básicas que definen su feminismo, que se han mantenido intactas con el paso de los años.

Centrándonos en su lado contradictorio y revisionista, una afirmación llama especialmente la atención: A los hombres la política, las leyes, la defensa del país, los azares de la navegación, los riesgos del comercio, los Asuntos Exteriores. A las mujeres el sacerdocio de la moral, el culto de la familia, el mantenimiento del deber, la igualdad por el mérito (Niboyet 1863: 17). Esta frase no parece haber podido ser formulada por la misma persona que había luchado porque las mujeres pudieran ser elegidas como representantes del pueblo, ni por la misma mujer que había tomado “los riegos del comercio” con cada periódico que comenzó a editar. Además, demandando un culto a la familia y al mantenimiento del deber, parece atacar el modo de vida de algunas de sus compañeras de lucha que siguieron caminos menos normativos19. Este ataque no parece casual, ya que de hecho, a lo largo del libro no nombra directamente a ninguna de sus compañeras. Sí aparecen menciones indirectas, siempre con un carácter crítico. En varios momentos del libro se queja de la falta de ayuda a la que se enfrentó en los distintos proyectos colaborativos, adoptando una postura claramente victimista. Incluso llegó a censurar la decisión que algunas tomaron de exiliarse tras el golpe de Estado de Napoleón III.

Siguiendo la línea más coherente con sus luchas de años anteriores, podemos destacar que siempre entendió que la lucha de las mujeres debía ser pacífica, y que la cultura femenina estaba íntimamente relacionada con la paz (Adler 1979: 154; Riot-Sarcey 2008: 45). Creía que la misión que Dios había atribuido a las mujeres era la paz y conciliación. En una frase del libro, recoge perfectamente otros dos de los temas sobre los que no cambió de postura a lo largo de su vida: la defensa del derecho al divorcio y la preocupación por el bienestar de la clase obrera. Siempre he considerado el divorcio como una triste pero absoluta necesidad frente a los matrimonios mal avenidos, pero tenía que ocuparme especialmente de la suerte de los obreros, por los que queda aún tanto por hacer (Niboyet 1863: 236). En 1865, aún con energía para dedicarse a los demás y manteniendo su preocupación por la educación, crea la Sociedad Mutua para la protección de las mujeres (Riot-Sarcey 1994: 281). Eugénie Niboyet, murió el 5 de enero de 1882. Aunque fue una figura compleja, contradictoria, y que seguramente no honró debidamente la memoria de sus antiguas compañeras de lucha, hay que reconocer su gran trabajo social, del que nunca renegó. Tenía casi 90 años cuando falleció, y aún tenía grandes proyectos en mente y con los que pretendía dejar un mundo con mayores oportunidades para todas las mujeres.

Bibliografía

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DUBY, Georges; PERROT, Michelle (edit.) (2002) : Histoire des femmes en Occident, IV. Le XIXe siècle. Paris : Perrin.

GROULT, Benoîte (1991) : Pauline Roland ou comment la liberté vint aux femmes. Paris : Laffont.

NIBOYET, Eugénie (1836): De la nécessité d’abolir la peine de mort. Paris : Louis Babeuf.

(1838) : De la réforme du système pénitentiaire en France. Paris : Charpentier, Leclerc.

(1847) : Catherine II et ses filles d’honneur. Paris : Dentu.

(1863) : Le Vrai Livre des femmes. Paris : E. Dentu Éditeur.

PERROT, Michelle (1998) : Les femmes ou les silences de l’Histoire. Paris : Flammarion.

PIERRARD, Pierre (1977) : 1848…Les pauvres, l’évangile et la révolution. Paris : Desclée.

PRIMI, Alice (2010) : Femmes de progrès. Françaises et allemandes engagées dans leur siècle, 1848-1870. Rennes : Presses Universitaire de Rennes.

RIOT-SARCEY, Michèle (1987) : «Histoire et autobiographie. Le vrai livre des femmes dEugénie Niboyet, in Images de soi: autobiographie et autoportrait au XIXe siècle ». Revue centre de recherches révolutionnaires et romantiques, volume 17, n° 56, Clermont-Ferrand, 59-68.

(1994) : La démocratie à lépreuve des femmes. Trois figures critiques du pouvoir, 1830-1848. Paris : Albin Michel.

(2008) : Histoire du féminisme. Paris : La Découverte.

SÁNCHEZ CALVO, Sara (2015): “Escritoras sansimonianas: entre el mesianismo y la lucha feminista”, Martín Clavijo, Milagros [y otros] (edit.), Locas. Escritoras y personajes femeninos cuestionando las normas. Sevilla. Arcibel editores, 1522-1538.


1 Tanto ésta como el resto de citas que aparecen en este artículo, son traducción de la autora, ya que las obras de referencia no han sido traducidas al castellano.

2 Riot-Sarcey es una de las mayores especialistas en el época histórica que nos ocupa, y la autora que más ha publicado sobre Niboyet (ver bibliografía final), que sin embargo es aún una figura poco conocida.

3 Esto es casi una “excepción” dentro del que luego será su entorno revolucionario: prácticamente todas sus íntimas amigas y colaboradores tendrán vidas privadas complicadas y en muchos casos dramáticas. En esto seguramente también influyo su origen burgués y sus fuertes convicciones religiosas, que la hicieron ser la más conservadora de las mujeres de 1848 (término con el que se conoce a las participantes en dicha revolución).

4 Durante la década de los 30 publicará distintas peticiones políticas sobre estos temas, como De la nécessité d’abolir la peine de mort (1836) o De la réforme du système pénitentiaire en France (1838).

5 1830 estaba siendo un año especialmente activo y tenso en lo social, y sería determinante para la historia de Francia: el 27, 28 y 29 de julio tuvo lugar un estallido revolucionario que acabo con la monarquía de Carlos X, para sustituirle por Luis Felipe, conocido como el Rey ciudadano, quien dotó a Francia de una Constitución liberal. Gracias a esto, los siguientes cinco años fueron una época de libertades sociales que facilitaron el gran desarrollo del pensamiento feminista (Sánchez Calvo 2015: 1523).

6 En esos años a las niñas pobres, y no a todas, solo se les enseñaba a leer, escribir, coser y las enseñanzas religiosas necesarias para recibir la primera comunión.

7 El término feminismo no se comenzó a utilizar popularmente hasta finales del siglo XIX. Nació siendo un término médico, acuñado por Ferdinand-Valérie Fanneau, para definir algunas consecuencias de la tuberculosis en el cuerpo masculino. Pero fue Alejandro Dumas hijo, autor del célebre libro La dama de las camelias, quien le dio un sentido político cuando en 1872 lo utilizó para insultar a los hombres que apoyaban la lucha de las mujeres por sus derechos. Y ya en el década de 1880, las sufragistas francesas se apropiaron del término, reivindicándolo y definiéndose con él. Previo a esto, en la época que nos ocupa, los términos utilizados eran emancipación y liberación femenina. Sin embargo, tanto las características teóricas como las prácticas de estas mujeres hacen que haya un consenso historiográfico, desde los años 70 del siglo XX (que fue cuando se las comenzó a rescatar del olvido), para aplicarles la denominación de feministas.

8 En castellano: Llamamiento a las mujeres.

9 Las jornadas de febrero (días 22, 23 y 24) es como se conoce en Francia al estallido revolucionario que en 1848 acabó con la monarquía y proclamó la II República francesa.

10 Considerant (1808-1893) era un pensador y economista socialista, principal divulgador del fourierismo, bajo cuya doctrina fundaría varios falasterios. Se le considera uno de los precursores del comunismo. Tras el triunfo de la revolución de 1848, colaboró con el gobierno, fue elegido diputado y fue el único con este cargo en proponer el derecho al voto para las mujeres.

11 Aurora Dupin (1804-1876), baronesa Dudevant, era el nombre real de George Sand. Fue la autora más conocida del romanticismo francés. Su fama era consecuencia tanto de sus obras como de su vida personal: se separó de su marido, siendo madre de dos hijos, y se trasladó a París para vivir de forma independiente de su oficio de escritora. Tuvo múltiples relaciones, que fueron conocidas por la opinión pública: los escritores Alfred de Musset y Prosper Mérimée, la actriz Marie Dorval, el compositor Frederic Chopin (quien fue su pareja durante una década), los políticos Louis Blanc y Ledrú-Rollin, etc. Esto, sumado a su implicación política, su defensa de las mujeres y a que puntualmente se vestía de hombre y actuaba como tal, le hizo ser reconocida como el exponente de la “mujer libre” de su época (Duby; Perrot 2002: 469). Como escritora, Indiana (1832) y Lélia (1833) fueron sus obras más conocidas de los años 30. Les siguieron, entre otras muchas, El pantano del Diablo (1846) y La pequeña Fadete (1849), continuando el mismo estilo literario. También escribiría obras autobiográficas como Un invierno en Mallorca (1842), sobre su problemática estancia en la isla junto a sus hijos y Chopin; Historia de mi vida (1855) y Elle et Lui (1859), en la cual narrará su corta pero tormentosa relación con el poeta y dramaturgo Alfred de Musset, en respuesta al libro Confesiones de un hijo del siglo, que éste le había dedicado en 1836 y en el que la autora no salía muy bien parada (Sand tardó veintitrés años en publicar su versión del affaire y lo hizo dos años después del fallecimiento de él). Tuvo una relación estrecha con el mundo periodístico, siendo tanto autora de numerosos artículos como editora. Colaboradora durante años de la famosa revista mensual Revue des deux Mondes, a partir de 1848 y debido a su mayor implicación política, participó en la aparición de tres periódicos: La Cause du peuple, Le Bulletin de la République y L’Éclaireur. Era la autora en la sombra de muchos de los discursos gubernamentales en esos primeros meses de la Segunda República. Trabajadora incansable, a lo largo de su vida también publicó textos teatrales, cuentos, críticas políticas y literarias.

12 Honoré Daumier (1808-1879), fue un artista multidisciplinar, famoso por su trabajo como ilustrador y caricaturista político.

13 En concreto, se mofará de ellas y de sus ideales emancipatorios en tres series litográficas distintas, publicadas todas en el periódico Le Charivari, primer periódico ilustrado satírico del mundo: “Les Bas Bleus”, es una serie formada por 40 ilustraciones publicadas de enero a agosto de 1844; “Les Divorceuses” (atacando directamente la lucha por el derecho al divorcio) está formada por 6 planchas publicadas de agosto a octubre de 1848; y “Les Femmes Socialistes” es una serie de 10 ilustraciones publicadas de abril a junio de 1849.

14 (1) “Ciudadanas... Está corriendo la voz de que el divorcio está a punto de ser rechazado... Nos constituimos aquí de forma permanente y declaramos que la patria está en peligro!...”

(2) “Un brindis por la emancipación de las mujeres, por las mujeres ya furiosamente emancipadas”

15 Las jornadas de junio de 1848 (del día 22 al 26), fueron un nuevo estallido revolucionario, en esta ocasión y por primera vez en la historia, de la clase obrera sin la burguesía. Se enfrentaban a un Gobierno conservador que estaba traicionando los valores de la república y los acuerdos alcanzados solo cuatro meses antes para mejorar la vida de los trabajadores. Las jornadas de junio acabaron con una brutal represión: “varios miles de insurgentes asesinados en combate, más de 1500 fusilados sin juicio, 25000 individuos arrestados, de los cuales 11000 serán condenados a prisión o a deportación” (Pierrard 1977: 62), y también acabó con las esperanzas que habían nacido en febrero.

16 Esta obra está disponible para su libre consulta y descarga en el portal digital de la Biblioteca Nacional de Francia: http://gallica.bnf.fr/

17 El discurso feminista del sansimonismo y su defensa de la emancipación femenina, se basó en una supuesta frase pronunciada por el propio Saint-Simon en su lecho de muerte: “El individuo social no es sólo el hombre ni sólo la mujer: el individuo social completo es el hombre y la mujer.”

18 La reputación de todas las mujeres sansimonianas se había visto dañada por la “reivindicación de la carne” que hizo Enfantin en los años 30. Éste llegó a ser juzgado y condenado por organizar una “comunidad de mujeres”. Precisamente de este proceso, surgió la vinculación peyorativa entre los conceptos de “mujer libre” y “mujer pública” (Riot-Sarcey 2008:28). A este descrédito hay que sumar todos los ataques que sufrieron las mujeres de 1848 y el hecho de que dos colaboradoras de Niboyet, Pauline Roland y Jeanne Deroin, fueran juzgadas y condenadas en 1850 acusadas de agrupación ilícita, debido al carácter socialista de la Unión de trabajadores que lideraban (Riot-Sarcey 2008:48).

19 Como Claire Démar, Suzanne Voilquin, Pauline Roland. Démar, compañera de Niboyet en La Femme Libre, nunca se casó ya que consideraba el matrimonio una prostitución legal, no tuvo hijos y fue una firme defensora del amor libre. Voilquin, compañera tanto en los años 30 como en los 40, tampoco tuvo hijos y tras separarse de su marido viajo y vivió sola en distintos países. Y Roland, aliada de lucha especialmente en 1848, tuvo tres hijos, que llevaban su apellido, con parejas distintas y se negó a casarse.

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