Mujeres de letras: pioneras en el arte, el ensayismo y la educación
BLOQUE 2. Pensadoras y filósofas

Robin Lakoff. Más allá de la Cortesía

Aldo Fresneda Ortiz

Universidad de Murcia

Resumen: el lenguaje, además de una capacidad psicológica que propicia la comunicación humana, constituye un crisol de costumbres, impresiones e ideologías que conforman la manera en que nos relacionamos con los demás. Robin Lakoff desentraña estas relaciones desde la perspectiva pragmática, a través de sus estudios sobre cortesía, y desde la perspectiva de género, donde pone de relieve la desigualdad de la mujer frente al hombre a través de su reflejo en la lengua.

Palabras clave: Lenguaje; Cortesía; Género; Desigualdad; Lakoff.

1. Introducción.

Una de las grandes humanistas del siglo XX dentro del ámbito filológico es sin duda Robin Lakoff, la gran lingüista neoyorquina estudiosa de cuestiones de índole sociolingüística. Eclipsada durante un tiempo por los trabajos de su actual exmarido, George Lakoff, afamado lingüística cognitivista, es necesario reivindicar la figura de una de las principales autoras en el estudio de las influencias sociales del lenguaje. Si bien una de las mayores contribuciones de esta humanista ha sido el “Principio de Cortesía”, que explica las relaciones que rigen los actos conversacionales partiendo de las nociones de poder y solidaridad que existe en los mismos, lo cierto es que son igualmente destacables sus estudios de género, en los que investiga la forma en que el lenguaje recoge el estatuto de la mujer (Language and society). Así pues, hemos creído que su figura merece ser recordada dentro del marco del “IX Congreso Internacional. Mujeres de letras: pioneras del arte, el ensayismo y la educación”. Para llevar a cabo nuestra aproximación a la figura de la autora neoyorquina y así rendir homenaje a una autora tan destacable, hemos ideado un doble recorrido por sus producciones: el recorrido lingüístico y el recorrido “de género”. Sin embargo, dada la naturaleza de sus estudios lingüísticos, veremos que la relación que se establece entre ambos recorridos es difícilmente disociable.

2. Recorrido lingüístico

Para abordar el recorrido lingüístico de Robin Lakoff, es necesario contextualizar el lugar en que tienen cabida sus estudios: a raíz del “Principio de Coorperación”. Podemos recordar que Paul Grice se plantea cuestiones sobre la lógica y el lenguaje (bien es cierto que un primer momento de forma más próxima a la lógica que al lenguaje). A tenor de estas reflexiones, llegó a las siguientes conclusiones: piensa que todos los seres humanos son racionales y que hay un principio que rige las relaciones interpersonales (La búsqueda del significado, “Lógica y conversación”, 1991). Grice reflexiona acerca del lenguaje del siguiente modo: «Una conversación no es una cuestión de observaciones inconexas: no sería racional si fuese así» (1991: 515). «Una conversación es un esfuerzo cooperativo que se realiza para conseguir un objetivo común (ya sea previo a la conversación o fruto de la misma)» (1991: 523).

2.1. El Principio de Cooperación

Como ya hemos dicho, lo que en un principio era una teoría lógico-filosófica, acabará convirtiéndose en una de las teorías lingüísticas más importantes del siglo pasado, cristalizando a través del “Principio de Cooperación”. En relación con este principio dice Grice: «Haga usted su contribución a la conversación tal y como lo exige, en el estadio en que tenga lugar, a propósito y en la dirección del intercambio que usted mantenga» (1991: 516) y «Diga en cada momento lo que sea necesario para conseguir fines comunicativos» (1991: 517). Para conseguir esto hay que respetar las cuatro máximas conversacionales que él presenta: cantidad, cualidad, relación y modo. Como ya es más que sabido:

 

Máximas Conversacionales del Principio de Cooperación

Máxima de cantidad

Hay que dar toda la información que sea necesaria

No hay que dar más información de la necesaria

Máxima de cualidad

No diga lo que cree que es falso

No diga algo de lo que no tenga pruebas

Máxima de relación

Sea relevante (pertinente o directo)

Máxima de modo

Evite ser oscuro

Evite ser ambiguo

Sea escueto

Sea ordenado

 

A veces las máximas se pueden desobedecer y eso perturba la comunicación. Entonces es necesario que interpretemos. El incumplimiento de las máximas puede ser de distinto tipo: violación simple, sin ostentación (como en el caso de la mentira), una suspensión manifiesta (hay algo que nos impide dar toda la información y por lo tanto se rompe la máxima de cantidad), una relación de conflicto entre algunas de las máximas conversacionales o una violación manifiesta de las mismas (como el lenguaje figurado a través de recursos como la metáfora, la hipérbole o la metonimia).

2.2. Crítica de Robin Lakoff al Principio de Cooperación

En este punto, ya hemos repasado las principales aportaciones del Principio Cooperativo propuesto por Grice. Sin embargo, desde una perspectiva actual en la que el modelo cooperativo ya ha sido superado en algunos de sus aspectos, es interesante apuntar que una de las primeras autoras en detectar algunos de los problemas que surgían con el Principio de Cooperación fue Robin Lakoff seguida de otros autores como Geoffrie Leech. En su obra Language in context (1973), la autora plantea los siguientes problemas:

Paso por alto el problema (que 1o es, para Grice tanto como para cualquiera) de como determinar estas cualidades: ¿Cuánto es demasiado? ¿Qué es pertinente? ¿Cuándo es una expresión oscura? Estas son, después de todo, las cuestiones que nos dividen: realizo una contribución conversacional que considero necesaria, verdadera, pertinente y perspicua; alguien la escucha y la considera innecesaria, falsa irrelevante y oscura, y yo me quedare desconcertada si termina abruptamente la conversaci6n. Por 10 tanto, estas nociones tienen que ser definidas de una manera más rigurosa en función de los mundos no coincidentes del hablante y del oyente (266-267: 1973).

La autora se pregunta, por lo tanto, por varios aspectos: ¿cómo sabemos que lo que decimos es suficiente? ¿Cómo sabemos que lo decimos de forma suficientemente clara? ¿Cómo sabemos que no hay ambigüedad? Y ¿qué papel desempeña la cortesía?

Ante esta situación, Lakoff se plantea la necesidad de hablar de una “competencia pragmática”, que dé cuenta de las necesidades del discurso dentro del acto comunicativo. Para la autora (1973: 265), esta competencia pragmática se puede dividir en dos partes: procure que su discurso sea claro y procure ser cortés en su intercambio comunicativo. Entre ambas premisas existe una relación que en algunos casos puede llegar a ser conflictiva, pues en determinadas ocasiones una de las dos predominará sobre la otra y marcará de un modo claro el discurso, como queda patente a través de la siguiente afirmación:

Si se pretende comunicar un mensaje directamente, si el primer objetivo que tenemos al hablar es la comunicación, intentaremos ser claros para que no malinterpreten. Pero si la pretensión del hablante es situarse respecto al nivel y condición de cada uno de los participantes en el discurso, indicando donde, según su apreciación, está cada uno, entonces su objetivo será no tanto la claridad como el expresar buenos modales. A veces, como veremos, la claridad es cortesía (1973: 266).

Es decir, Lakoff se da cuenta de que el hablante tiene en sus manos la posibilidad de elegir entre dos modos de elaborar el discurso: priorizando la comprensión efectiva del mismo o preocupándose por el modo en que su discurso pueda afectar al oyente. Por supuesto, estas dos preocupaciones pueden y deben existir de forma conjunta en la mayor parte de los discursos, aunque como señala la autora es más frecuente el cuidado del oyente dentro de un discurso formal. Así, la formalidad o informalidad del discurso matizarán el conjunto de estrategias discursivas que el hablante emplea para hacer su discurso menos lesivo o más agradable al oyente. La gran aportación de Lakoff consiste en incorporar la noción de cortesía discursiva al conjunto de principios que rigen las conversaciones. De hecho, la cortesía es tan importante, que, como apunta Lakoff (1973: 267), se impondrá a la claridad en las situaciones en que ambas entren en claro conflicto.

Cuando la Claridad entra en conflicto con la Cortesía, muchas veces la Cortesía se impone: se considera más importante en una conversación evitar la ofensa que conseguir el objetivo de la claridad. Lo cual es lógico, puesto que en la mayoría de conversaciones informales la comunicación real de ideas importantes es algo secundario respecto al mero hecho de afirmar y estrechar las relaciones. De hecho, las máximas de la conversación se respetan de manera estricta precisamente en aquellas conversaciones en las que el contenido que se comunica es más importante que el acto de dialogar (1973: 267).

Como podemos observar, la justificación de la importancia de la cortesía está basada en la función que la autora otorga a la conversación: la reafirmación y el estrechamiento de las relaciones personales. Esta afirmación parte de la siguiente asunción implícita: el lenguaje es únicamente el principal medio de socialización y la comunicación es, por lo tanto, sólo una forma subsidiaria de las múltiples maneras en que puede aparecer la capacidad de socialización. Podría entroncar este planteamiento con la vertiente lingüística que explica el origen del lenguaje como una suerte de “emergencia social”. Esto es, el lenguaje surge ante la necesidad de socializar de los seres humanos y no constituye un artefacto mental independiente, por lo que todo acto lingüístico es, en última instancia un mecanismo de socialización.

Dejando a un lado el sustento teórico del concepto de cortesía, es necesario que conozcamos el modo exacto en que la autora incardina el empleo de la cortesía dentro de la conversación. Para ello, Robin Lakoff creará unas máximas que pretenderán ser una continuación o complementación de las máximas conversacionales propuestas por Grice. Este conjunto de indicaciones serán denominadas por Lakoff como “máximas de la cortesía” y comprenden las siguientes (1973: 268):

1. No importune. No se inmiscuya. Si resulta que algo lingüísticamente o desde otra perspectiva no es de nuestra incumbencia, es preferible que lo obviemos o que al menos preguntemos por ello antes de introducirlo en el discurso.

2. Ofrezca alternativas. Construya su discurso de modo que el oyente no perciba una sola opción y además ésta sea distinta a la que propone él mismo.

3. Haga que el oyente se sienta bien.

Es preciso especificar que en muchas ocasiones la segunda máxima está supeditada o incluida dentro de la primera máxima. Además, es interesante saber, tal y como propone Lakoff, que en función de la sociedad en la que nos encontramos, predominará el empleo de una u otra máxima de la cortesía. Así, mientras que en nuestra sociedad impera el respeto de la primera y la segunda máxima, una sociedad oriental como la japonesa, prima el mantenimiento de la tercera máxima, puesto que el bienestar del oyente es lo fundamental.

Recopilando las contribuciones anteriores, vemos que desde una perspectiva tradicional de la Lingüística, Robin Lakoff se ha destacado por ofrecer una visión novedosa dentro de la Pragmática discursiva. En ella, tiene en cuenta la cortesía como un principio esencial y útil para regular los intercambios conversacionales y expone las máximas que todo acto de habla ha de seguir para poder ser considerado “cortés” en términos pragmáticos.

3. Recorrido “de género”

Una vez que ya hemos visto la contribución por la que Robin Lakoff ha pasado sin lugar a dudas a la posteridad, la noción de cortesía en términos pragmáticos, hay que ir más allá. Para ello, nos adentraremos en la otra vertiente que caracteriza la obra de la autora neoyorquina y que injustamente ha sido menoscabada: sus estudios de género. La época en que la autora desarrolla su obra más representativa, “El lenguaje y el lugar de la mujer¸ de este ámbito de estudios se caracteriza por la profusión de textos de carácter feminista. Algunos de ellos son grandes ejemplos de lucha a favor de la igualdad de las mujeres, mientras que otros pierden su razón de ser cuando se interesan más por los signos de la desigualdad que por la desigualdad en sí misma. Como cabría esperar, una intelectual del rango de Robin Lakoff va a estar adscrita al primer grupo de mujeres reivindicadoras, aquellas que saben ver los indicios de la desigualdad y que además son capaces de identificar el marco de actuación fundamental: el conjunto de medidas legales y educativas que deben proteger a las mujeres frente a las conductas sexistas y al mismo tiempo educar a los jóvenes en valores tan esenciales como la igualdad. De hecho, la autora afirma en la primera parte de su obra (2000: 71):

Los desequilibrios lingüísticos son dignos de estudio porque centran la atención en desequilibrios y desigualdades del mundo real. Son claves que indican que hay que cambiar cierta situación externa, y no elementos que uno debería intentar cambiar directamente. Un médico competente procura eliminar los gérmenes que provocan el sarampión, más que aclarar con agua oxigenada las machas rojas. Insisto en este punto porque parece que últimamente esté de moda, primero, atacar la enfermedad intentando suprimir los síntomas externos y, segundo, atacar indiscriminadamente todas las muestras de desigualdad lingüística sexual en vez de seleccionar las que reflejan auténticas disparidades de trato social y no simples ausencias de paralelismo gramatical (Language and society, 1973: 71).

Queda patente, pues que la defensa de la igualdad de la mujer amadrinada por Lakoff se basa en los indicios lingüísticos que realmente tienen un trasfondo social y que, por este mismo motivo, representan la verdadera desigualdad entre mujeres y hombres. A fin de discernir cuáles son los usos lingüísticos que deberíamos estudiar dentro del lenguaje propio de la mujer, Lakoff plantea que:

Deberíamos tratar de localizar los usos lingüísticos que por implicación en ritmo creciente degradan a los miembros de uno u otro grupo y deberíamos concienciar […] del daño psicológico que causan esas formas. El problema, por supuesto, está en decidir cuáles son las formas que verdaderamente dañan el ego, y en buscar luego qué emplear para sustituirlas (Language and society, 1973: 71).

Resulta complejo, por lo tanto, clarificar los usos lingüísticos que realmente se pueden relacionar con un daño psicológico y los términos lesivos que deben ser sustituidos. No obstante, a lo largo de la obra (Language and society), la autora trazará los ejes esenciales que caracterizan el habla de las mujeres. Para ello, la obra se dividirá en dos secciones: “El lenguaje y el lugar de la mujer” y “Por que son señoras las mujeres”. En la primera sección se ofrecen las características esenciales del habla de lo que ella denomina “las señoritas”, mientras que la segunda parte examina todas las estrategias de cortesía que desde un punto de vista pragmático rigen el habla de las “señoras”.

Como hemos dicho, la primera sección de la obra saca a la luz los casos más representativos que caracterizan el lenguaje femenino. De este modo, la autora trata temas tan diversos como la diferencia en la denominación de los colores entre hombres y mujeres (donde sin diferencias innatas entre ambos se presupone que la mujer debe conocer de un modo más específico al que lo hace el hombre la gama cromática), el uso de marcadores textuales más corteses y carentes de exabruptos por parte de las mujeres frente a la aparición de estos recursos en la lengua masculina, rasgos suprasegmentales como el tono que aparece de forma atenuada en las mujeres, el uso de determinados adjetivos relacionados exclusivamente a las mujeres. Tras estos rasgos léxicos y suprasegmentales se esconde la idea de docilidad, característica atribuida a las mujeres, que debe estar refrendada por el conjunto de manifestaciones lingüísticas que la componen y proyectan su imagen ante la sociedad. Se coloca a la mujer en un escalón inferior al hombre y ello cristaliza en las manifestaciones lingüísticas anteriormente aportadas. Sin embargo, no sólo a los planos léxico y suprasegmental se limita esta diferencia, sino que en el plano sintáctico, destaca el empleo de interrogativas formales, a caballo entre interrogativas y afirmativas, por parte de las mujeres, que nuevamente pone de manifiesto la desigualdad entre hombres y mujeres. Por otro lado, esta primera sección también incluye una segunda parte (“Hablando sobre mujeres”) en la que la autora se refiera a la forma en que se habla de las mujeres. En este aspecto, resultan especialmente relevantes los fenómenos de interdicción lingüística como los eufemismos usados para hacer referencia a la situación laboral de la mujer (Ama de casa), inexistente en el caso de los hombres o para referirse a la honorabilidad de la mujer en cuestión (eufemismo como señora, chica o viuda, que pretenden promulgar una visión de la mujer de hábitos socialmente aceptados). Tras analizar esta sección, resulta muy interesante que recuperemos las características esenciales del lenguaje femenino, según una perspectiva sexista con la que la sociedad caracteriza al habla femenina, que propone Lakoff en las conclusiones de su trabajo (1975: 86-90):

1. La mujer tiene una gran cantidad de palabras relacionadas con intereses que a simple vista parecen haber sido suyos de forma exclusiva.

2. El empleo de adjetivos huecos por parte la mujer (divino, encantador, etc.).

3. Entonación interrogativa cuanto se podría esperar una aserción.

4. Uso de defensas que dan a entender que el hablante no está seguro de su afirmación (aunque sí esté seguro de la misma).

5. Uso demasiado intensivo del lenguaje con el fin de expresar las emociones tal y como se supone que los debe hacer una “señora”.

6. Gramática excesivamente correcta, ya que se supone que las mujeres no deben hablar bastamente.

7. Formas supercorteses dentro del discurso.

8. Las mujeres no han de contar chistes. Se les presupone que han de ser calmadas.

9. La mujer ha de hablar en bastardilla.

Analizando ya la segunda sección de la obra, reservada a la relación entre el concepto de cortesía y la mujer, la autora se limita a exponer las características de esta noción pragmática y afirmar que el empleo de la misma es mayor por parte de las mujeres, ya que, como parte subyugada de la sociedad, ha estado obligada a atenuar sus actos conversacionales, por lo que se caracteriza por un mayor número de implicaturas conversacionales y de un modo general por el empleo de un lenguaje mucho menos directo que el empleado por los hombres.

4. Conclusiones

Con la revisión de las dos obras más representativas de Robin Lakoff, hemos querido reivindicar la figura de esta lingüista esencial dentro de las humanidades del siglo XX, que además ha luchado, dentro de su campo de estudio, por mejorar la situación de la mujer, señalando los indicios lingüísticos que ponían de manifiesto la desigualdad entre hombres y mujeres.

Bibliografía

GRICE, H. P. (1991): “Lógica y conversación”, La búsqueda del significado. Madrid: Editorial TECNOS.

LAKOFF, Robin (1973): “Language in context”, Language, Vol. 48, No. 4, (Dec., 1972), 907-927, Linguistic Society of America.

— (1975): “Language and society”, Language in Society, Vol. 2, No. 1 (Apr., 1973), 45-80, Cambridge University Press.

— (2000): The war of language. Florida: University of California Press.

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