Hoy en día, muchas personas aún siguen pensando que el alumnado con altas capacidades intelectuales, por el hecho de poseer unas aptitudes superiores, no requiere de una respuesta diferente a la que se ofrece al resto de sus compañeros para alcanzar el éxito escolar. No obstante, la realidad no es esta. Estos alumnos necesitan una atención educativa determinada, de ahí que se encuentren en el grupo de alumnos de «atención a la diversidad», junto con otro alumnado con otras necesidades educativas.
Sin embargo, otra consecuencia de no poner en marcha las medidas adecuadas que den respuesta a las necesidades de este alumnado es la aparición de situaciones de frustración, problemas de conducta, falta de motivación, indiferencia hacia las materias escolares… en definitiva, inadaptación y fracaso escolar. Por lo tanto, para que esto no ocurra, tendremos que contar con la realización de una identificación previa de este grupo de alumnos, así como de una valoración adecuada de sus necesidades educativas para, partiendo de esto, intervenir correctamente.
En este sentido, hay que remarcar que, identificar a los alumnos con altas capacidades intelectuales no debe ser una tarea que se realice en un momento concreto, con información aportada exclusivamente por pruebas de carácter psicométrico o valorando la capacidad intelectual del alumno únicamente. Por el contrario, debe ser un proceso en el que se combinen estrategias tanto objetivas como subjetivas, e instrumentos diversos. Además, tienen que ser analizados los diversos aspectos implicados en la conceptualización de las altas capacidades intelectuales, más allá de los puramente intelectuales y cognitivos (creatividad, motivación, desarrollo socioafectivo, dedicación a la tarea, etc.).
Asimismo, en dicho proceso ha de participar tanto el centro educativo (implicación de tutores, profesores, equipos de orientación o departamentos de orientación…), como la familia, la cual constituye un contexto privilegiado en el desarrollo y socialización del niño. Luego, ambas instancias, centro docente y familia, han de trabajar en estrecha colaboración y aportar los elementos y la información útil, la cual se deriva de la relación que cada uno de ellos mantiene con el alumno que evaluar.
Ahora bien, Barrera (2008) y Gómez (2011) clarifican aún más lo dicho y nos dan ciertas pautas para la identificación de este alumnado, tanto en el contexto familiar como en el contexto escolar. Respecto a si la identificación se produce en la familia, se ha de tener en cuenta lo siguiente de cara a la detección:
Por su parte, en lo que se refiere al contexto escolar, puede ser muy útil recurrir a lo siguiente para hacer más fácil la identificación de este alumnado:
Además, a modo de orientación y de referente, tanto a padres como a profesores, nos pueden servir las características mencionadas en el apartado 5 de esta revisión bibliográfica.
Por consiguiente, una vez identificado a este alumnado hay que confirmar la valoración realizada y articular, en función de ella, una respuesta educativa concreta. Para ello, el procedimiento y protocolo a seguir, tal y como lo indica Barrera (2008), es el siguiente:
El profesor tutor, a través de la dirección del centro, solicita asesoramiento al equipo de Orientación Educativa y Psicopedagógica (Educación Infantil y Primaria) o al departamento de Orientación (Educación Secundaria). Estos servicios facilitan instrumentos para contrastar las observaciones realizadas al alumno y confirmar la existencia de rasgos concretos que supongan altas capacidades intelectuales.
El orientador analiza los datos aportados en los cuestionarios de valoración de la familia y del profesorado, confirma con ellos la existencia de indicios de altas capacidades en el alumno y, en su caso, inicia el proceso de evaluación psicopedagógica.
El orientador realiza la evaluación psicopedagógica del alumno que estará basada en la información aportada por el profesorado y por la familia, así como en la exploración realizada al niño a través de pruebas, entrevistas, observación, análisis de producciones escolares, etc. Cuando de esto se concluye que el alumno presenta necesidades específicas de apoyo educativo derivadas de altas capacidades, se emite un informe de evaluación psicopedagógica en el que se ofrecen orientaciones tanto al profesorado, para la elaboración de la respuesta educativa, como a las familias, para una atención adecuada desde el ámbito familiar.
El orientador junto con el tutor, informan a la familia de las conclusiones extraídas de la evaluación psicopedagógica y de las medidas educativas que se van a adoptar. Además, se orienta a la familia para que el alumno sea atendido adecuadamente en el ámbito familiar.
El orientador informa al equipo educativo de las conclusiones extraídas de la evaluación psicopedagógica y de las medidas que se van a adoptar, aportando orientaciones al profesorado para proporcionar una adecuada atención y organización de la respuesta educativa en el aula.
La Dirección del centro debe disponer y facilitar la puesta en marcha de las medidas organizativas, o de otra índole, que se deriven del informe anterior para una adecuada respuesta educativa al alumno evaluado.
Para garantizar que las medidas educativas dispuestas y la atención prestadas son las adecuadas, el orientador y el tutor realizan un seguimiento del proceso de enseñanza-aprendizaje del alumno, valorando lo dicho.
Y para terminar con esta etapa de identificación de este alumnado, hay que hacer referencia a la evaluación así como a los instrumentos utilizados en la misma. Como ya se ha mencionado con anterioridad, los instrumentos utilizados, en función del aspecto a evaluar (inteligencia, creatividad, motivación…) y de la persona que hace uso del mismo (profesores, padres, orientadores…) varían, ya que unos pueden ser más aconsejables que otros. Incluso, se habla de complementar la información obtenida de uno con la conseguida de otros (triangular la información).
Asimismo, estos instrumentos pueden tener un carácter objetivo (test de inteligencia, baterías de aptitudes, test de creatividad…) o un carácter subjetivo, en función de si están basados, o no, en estrategias y procedimientos normalizados y estandarizados. A continuación, nos detendremos más en lo dicho y abordaremos la evaluación de los distintos aspectos que forman las altas capacidades.
Se lleva a cabo, fundamentalmente, a través de pruebas psicométricas. Los tests de inteligencia tratan de determinar la capacidad intelectual del alumno a nivel general, en relación a unas aptitudes específicas relacionadas con aspectos verbales y manipulativos. Son administrados por orientadores y pueden ser de aplicación individual o colectiva. Ejemplos de estos tests son:
De forma que, el alumnado con altas capacidades intelectuales obtiene en dichos tests puntuaciones superiores a la media. Exactamente, «un alumno podrá poseer sobredotación si consigue una puntuación de CI igual o superior a 130, obtenida por la evaluación de uno o más tests de inteligencia normalizados, administrados de forma individual» (Alonso y col., 2003, citado en Barrera, 2008, p. 18). Luego, los resultados de los tests se deben complementar con otros datos adicionales para que, utilizados conjuntamente, la identificación sea más rigurosa y la valoración más completa, de cara a la atención educativa de este alumnado.
La creatividad es la capacidad de producir ideas y productos no convencionales, de adoptar diversidad de puntos de vista ante una misma situación o problema, de generar multitud de ideas sobre algo. Sin embargo, la actual rigidez en la estructuración de la enseñanza obstaculiza bastante que cualquier alumno demuestre su faceta creativa. Aunque otras veces esto se mezcla con la falta de formación y de experiencia del profesorado al respecto.
Además, al igual que se ha afirmado en la evaluación de la inteligencia, con la creatividad también se deben utilizar diversidad de instrumentos, de manera complementaria, tanto objetivos como subjetivos. Algunos ejemplos de ellos son:
Así pues, la obtención en estos tests de puntuaciones superiores a la media nos indicará la posible existencia de altas capacidades. Sin embargo, no podemos olvidar que los tests no son útiles en la medición de determinados aspectos de la creatividad, y que, por ello, se han de completar con la observación de la conducta y la valoración de las producciones del alumno (dibujos, redacciones, interpretaciones, cuentos, etc.).
Los aspectos socioafectivos afectan al aprendizaje del alumnado y, por tanto, son de gran importancia en la identificación de las necesidades educativas y en el diseño de la respuesta educativa más adecuada. Algunos de estos aspectos son:
Por su parte, el estilo de aprendizaje, es decir, las estrategias y los métodos propios a la hora de aprender, es una variable importantísima en la evaluación psicopedagógica. Sin embargo, aunque las estrategias cambian en función de lo que se quiera aprender, cada uno tiende a desarrollar ciertas preferencias, que definen su forma de aprender y de afrontar dicho proceso:
La consideración del estilo de aprendizaje aporta información muy valiosa, que permite orientar la enseñanza hacia aquellas condiciones que más favorecen el aprendizaje y en las que mejor aprende el alumno. Asimismo, la evaluación de todos los aspectos mencionados puede realizarse mediante pruebas estandarizadas, cuestionarios, entrevistas, así como a través de la observación de la conducta del alumno.
Se trata de valorar el nivel curricular que tiene el alumno en las diferentes áreas y materias del currículum, además de identificar lo que es capaz de hacer en relación con los objetivos y contenidos establecidos para la etapa y nivel educativo en que se encuentra. Sin perjuicio de lo anterior, la finalidad última es obtener información del proceso de aprendizaje para, en su caso, adoptar las medidas que se consideren (adaptación del currículum, ampliación o flexibilización).
La determinación del nivel de competencia curricular se realiza con pruebas, cuestionarios y listas de control elaborados para tal fin; pero también pueden utilizarse pruebas objetivas, como las Baterías de contenidos escolares de Pérez Avellaneda (Educación Primaria y Secundaria) o las Pruebas de conocimientos escolares de Alonso Tapia (ESO). En este sentido, el alumnado con altas capacidades puede presentar un nivel de competencia curricular superior al nivel educativo en el que está escolarizado (en todas o algunas de las materias) por lo que demanda, en función de cada caso, medidas de adaptación y enriquecimiento curricular o de aceleración y flexibilización del currículum.
Por último, y no por ello menos importante, es necesario determinar qué aspectos o situaciones del contexto escolar y familiar pueden favorecer o dificultar el proceso de enseñanza-aprendizaje que sigue este alumnado para potenciar, en el primer caso, o evitar, en el segundo, dichos factores. Esta información nos sirve para complementar la obtenida mediante las otras evaluaciones ya citadas. Algunos de los aspectos a los que se hace alusión son:
La información sobre estos aspectos se consigue, principalmente, a partir de entrevistas individualizadas, la observación, el análisis de documentos (por ejemplo, el expediente académico), la cumplimentación de cuestionarios, entre otras técnicas de recogida de datos.
Por último, hay que subrayar que la evaluación de cada alumno particular determina: las características que posee, las necesidades que presenta y la respuesta educativa concreta que requiere. De ahí la importancia de realizar una buena identificación y evaluación de este alumnado, contrastando fuentes y métodos de exploración, es decir, utilizando para ello el modelo naturalista.