El niño que llegó a ser un gran actor. Francisco Rabal

 

Por eso, su padre tuvo que hablar con el maestro de la escuela a la que iba su hermano Damián, y los niños de todos los caseríos de alrededor, para que lo dejara asistir y escuchar sus explicaciones, aunque no tuviera la edad necesaria.

Entre lo que oía, su extraordinaria memoria y su imaginación, él aprendía a gran velocidad. Abría el libro de su hermano, aunque fuera al revés, y en voz alta, para que lo oyeran, intentaba demostrar que sabía leer. Todo era imaginación y fantasía.

Como los niños de aquella aldea tampoco tenían juguetes, recortaban las hojas de las palas, o chumberas, y hacían muñecas o cualquier manualidad con forma de árboles, personas, casas o animales; tenían que jugar a algo para lo que no hiciera falta nada: al escondite, al pillar…