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12/03/2007
pedro cano
El pasado, en arte, no es recuerdo más o menos manipulado y adaptado a las necesidades emotivo/mentales del momento; no está formado por motivos dispersos supervivientes del olvido igualador y misericordioso: es un retazo de tiempo siempre presente que tiene asegurado el futuro. En esta cualidad de presencia/permanencia, se esconde en gran medida la grandeza del arte -y su carácter delator de las ignominias cometidas al amparo de modas y otros criterios espurios-, siempre dispuesta a manifestarse a la menor oportunidad.
El pasado, en arte, no es recuerdo más o menos manipulado y adaptado a las necesidades emotivo/mentales del momento; no está formado por motivos dispersos supervivientes del olvido igualador y misericordioso: es un retazo de tiempo siempre presente que tiene asegurado el futuro. En esta cualidad de presencia/permanencia, se esconde en gran medida la grandeza del arte -y su carácter delator de las ignominias cometidas al amparo de modas y otros criterios espurios-, siempre dispuesta a manifestarse a la menor oportunidad.
Al contemplar los papeles de Pedro Cano (el título dado a la exposición abre la puerta al ambiguo juego del lenguaje), al retroceder con ellos del presente en el que se nos ofrecen al pasado donde se gestaron -en un tensar y destensar del tiempo- la sensación de espacio lleno que dificulta el tránsito se desvanece: el camino aparece expedito, y la coherencia del discurso gestado en aquellos años se hace visible no sólo en las obras de entonces (testigos de muchas preguntas y algunas respuestas), también en las de ahora, fruto y consecuencia del pasado.
El tiempo del artista -que es el tiempo de la obra- queda patentizado, expuesto sin fisuras en las tentativas y logros de entonces, que aún conservan la fuerza, el empuje de la juventud que mantienen retenida en el papel, convertido en espejo que ha sabido hacer permanente la imagen y devolverla al que la contempla igual que el primer día que fue depositada en el soporte. Esto, que podría parecer retórica repetitiva, es la esencia de la obra de arte cuando lo es, y es lo que encontramos en cada uno de los detalles u obras perfiladas de Pedro Cano, y es lo que muestra la sinceridad de su discurso y la fidelidad al mismo pese a los acontecimiento; y es, en resumen, la verdad del pintor mostrada, sin afeites excesivos, en su dilatada carrera. Merece la pena acercarse a estos papeles, que no son el origen pero sí aclaran el hoy en cuanto suma.
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Instituto de las Industrias Culturales y de las Artes