Le gustaban mucho los animales y le tenía mucho cariño a su burro, al que llamaban “sevillano”; jugaba con su perra Laura y pasaba largos ratos con las tortugas, dándoles de comer unas flores pequeñas que llamaban campanillas.
Cuando empezó a acabarse el plomo, el estaño y el mineral de plata de las minas de La Cuesta de Gos, su padre se fue a Barcelona a buscar trabajo. Y el resto de la familia, su madre, su hermano Damián y él, que entonces tenía seis años, se fueron a Águilas, a casa de sus abuelos maternos. Era un pueblo pequeño con mucha actividad, por el ferrocarril y por el puerto.