Talleres de escritura surrealista. Jugar a escribir poemas (en 2º ESO). Antonio Albertus Morales (coord.)
Introducción y epílogo

El epígrafe anterior puede parecer paradójico: hermanar en el comienzo de un escrito las palabras “introducción” y “epílogo” así lo indica. Pero, si me dejan explicarme, creo que intentaré mostrar que, en este caso, no es así. Estas palabras son “consecuencia o prolongación de algo que se supone terminado”. “Epílogo”, por tanto. Es verdad que las pergeño cuando el libro está acabado y corregido; y no es menos cierto que van a servir de “explicación a todo este asunto creativo que significa el libro que ustedes tienen en sus manos o ante sus ojos”. Por eso es la “introducción”.

Verán, durante el curso 22-23, impartí clase a un grupo de segundo de la ESO, el grupo F, que pronto me mostraron que estaban ahí para aprender, dispuestos a poner de su parte para que la tarea llegara a buen puerto. Dispuestos a hacer, a responder a lo que se les demandara. Tan pronto me lo mostraron que, antes de acabar el primer trimestre, habíamos concluido esta tarea que yo inicié pensando en que, si la lográbamos, sería –como así fue– con el interés, las ganas y el trabajo de todos… ¡pero durante todo el año! El hecho de acabarla en un trimestre demuestra cuánto anhelo pusieron ellos.

Hago ahora eso que en narrativa se llama una prolepsis y les cuento hechos que sucederán más adelante en este relato cronológico que les estoy desarrollando. Desordeno - ¡y hasta hago destripes!- en esta historia verdadera, para que, como les anuncio, me dejen explicar la paradoja del título de este apartado. Cuando las partes que constituyen el libro estuvieron acabadas, a mí me quedaba la tarea de darles forma y presentarlas como un todo coherente, para cumplir parte de la promesa que les había hecho sin pensar: “si acabamos estos cuatro poemas que cada uno tiene que realizar, yo me comprometo a darles forma de libro y presentarlo en la Consejería, en el Servicio de Publicaciones, y solicitar que nos lo publiquen. ¿Verdad que os gustaría ver vuestros nombres debajo de los poemas que constituyen este libro de poesía, como autores de los mismos?”. La pregunta era tan retórica que yo no me esperaba que sus afirmaciones tuvieran la fascinación que demostraron en sus respuestas. Y yo, que trato de no olvidar lo que prometo, sobre todo cuando la otra parte ha cumplido con lo pactado, me puse manos a la obra. A medida que iba pasando el tiempo, les informaba de cómo llevaba el trabajo; se lo iba mostrando según lo maquetaba y ellos mismos alucinaban con la extensión que adquiría la aventura. Siento que no fueron conscientes de la labor que hicieron hasta que no la vieron sumada y se dieron cuenta de que, contando con algunas palabricas que yo puse a cada uno de los apartados, el libro podía contener más de ciento cincuenta páginas.

Y se acabó el segundo trimestre y llegó el tercero.

(En medio, aunque eso es otra empresa que emprendimos, estos mismos alumnos participaron en el concurso que convocaba la Fundación Centro de Poesía José Hierro y el Gobierno de España, a través del Ministerio de Cultura y Deporte y la Dirección General del Libro y Fomento de Lectura, para celebrar el centenario del nacimiento del poeta e impulsar el Plan de Fomento de Lectura 2021-2024, con el lema # Lectura Infinita. Como los sentía entrenados, les propuse este nuevo reto. Y también lo consiguieron. Participamos en “Los rostros del poema”, partiendo del poema Canción de cuna para dormir a un preso. La Fundación se sirvió del joven poeta Mario Obrero para animar a los estudiantes de la ESO a participar. En el siguiente enlace se puede ver su invitación: https://youtu.be/_am_iioxxPw. El plazo de admisión de trabajos finalizaba el 10.03.23. Llegamos a tiempo y enviamos nuestro trabajo. No ganamos el único premio que concedían, aunque el alumnado se veía viajando a la Fundación de José Hierro en Getafe, para pasar allí un día feliz, disfrutando en ese ambiente cultural. No ganamos el premio, pero ganamos, seguramente, algo mejor: que los alumnos sentían que escribir poemas era un juego divertido que llevaban a cabo con cierta facilidad. No en vano, el trabajo colectivo, titulado Diálogos desde el Poeta para celebrar a Hierro, contaba con más de trescientos versos, ilustrados con dibujos de los propios poetas. Recibimos una carta en la que nos felicitaban por nuestra participación, antes de que se produjera el fallo del jurado. Decía así:

Estimado Antonio,

Hemos recibido correctamente su trabajo y no queremos dejar de felicitarles. Ahora todo está en manos del jurado, pero le damos nuestra más entusiasta enhorabuena por la maravillosa antología con la que concurren al premio. Como dice en su prefacio, es una alegría que la poesía reconquiste las aulas.

Les deseamos lo mejor a usted y a sus alumnos. Un saludo muy cordial,

concursos.lectura@cultura.gob.es
S.G. de Promoción del Libro, la Lectura y las Letras Españolas
Dirección General del Libro y Fomento de la Lectura
Ministerio de Cultura y Deporte
Calle Santiago Rusiñol, 8
28040 Madrid
www.culturaydeporte.gob.es

Y, finalmente, una vez conocido el fallo, nos enviaron un enlace en el que podíamos contemplar el collage que habían realizado con los trabajos de los participantes. Si alguien quiere verlo, les dejo la URL del vídeo: https://youtu.be/C8Rd3LWh3xM.

Ya dije que esto quedaba en medio y que era otra historia. Si la comento, no es por vanidad, sino por el orgullo que siento al saber cómo trabajaron mis alumnos, y para extraer de ella una consecuencia de lo que supuso esta tarea que estoy presentando ahora: la poesía, si se trabaja con divertimento en el aula – no se engañe nadie, no : solo con aquellos alumnos que estén dispuestos, como fue mi caso, a trabajar y esforzarse!–, puede dejar de ser un territorio vedado, oscuro, difícil y hasta aburrido, y devenir en una tarea que se aprende mientras se practica).

Pues bien, llegó el tercer trimestre y cada vez me quedaba menos tiempo. Un día, (que por mayo era, por mayo), concretamente el 15 de mayo, con todo preparado, me desplacé a la Consejería y presenté en el registro una “Solicitud de propuesta de nueva publicación”. Además de escribir los datos personales, dicha solicitud contaba con tres apartados. El primero era un resumen. Allí, entonces, escribí:

“A lo largo de un trimestre, en una clase de segundo de la ESO, hemos trabajado la poesía surrealista para lograr que los alumnos fueran capaces de crear poemas. Se ha conseguido que cada uno de ellos realizara cuatro, que son los bloques en los que se divide la obra. En ningún momento se ha pretendido un acercamiento teórico ni al género ni al concepto “surrealista”. El propósito y la intención de la elección “surrealista” no ha sido otro que facilitar la creación de los discentes, al tratar de liberar el proceso creativo de “cualquier atadura o complejidad”.

En el siguiente apartado, la solicitud me pedía que indicara la “finalidad (propósito que persigue la obra, así como su justificación)”. Creo que también lo expuse de forma clara en el impreso:

“La obra nace con la intención de fomentar el proceso de escritura creativa – en este caso mediante el género (poético) – entre los discentes de un centro de secundaria. Y esta misma es la finalidad que la obra persigue para aquellos que se acerquen a ella. Para los profesores, que pueda servir como modelo de taller; para los alumnos, de estímulo para “hacer poemas”.

Finalmente, en el tercer apartado, “Notas (aspectos no recogidos en los campos anteriores)”, añadí lo siguiente:

“La manera como se ha concebido esta obra y el propósito de la misma ha hecho que no sea necesario citar ninguna bibliografía”.

Ni la calma y tranquilidad que ahora me concede este tiempo de reflexión me permitiría decir de otro modo lo que allí escribí sobre la concepción e intención con la que fue llevado a cabo este trabajo.

Cuando volví a clase al día siguiente, era martes, les comuniqué a mis poetas que ya estábamos en camino para terminar de ver nuestro libro impreso. Además, cumplí con lo prometido: la misma copia que tuve que presentar en el registro de la Consejería junto con la Solicitud, se la remití a todos ellos a su correo, por lo que, en principio, cada uno tenía un archivo con el ejemplar del libro que habíamos realizado, para que pudieran mostrarles, orgullosos, a sus padres, la tarea que habíamos llevado a cabo.

Después, la vorágine del final de curso nos obligó a todos a aparcar aquello que no fuera, precisamente, conseguir que todo lo necesario para poder cerrarlo felizmente, por parte de unos y de otros, fuera una realidad. Y eso hizo que la idea de libro se orillara en nuestros pensamientos. También, supongo, en los del alumnado.

Pero comenzó el curso actual y volví a ser el profesor de lengua de aquellos alumnos del Segundo de la ESO F que ahora, con algunos cambios, son el Tercero de la ESO E. Y resurgió el tema del libro y el interés de tenerlo con nosotros. Casi un año después de presentar aquella solicitud, he recibido la segunda corrección de las pruebas. Y el motivo de ellas, entre otras cosas, son estas palabras que estoy escribiendo para completar esta nueva sección.

Y ahora, que he terminado de contar todo el proceso de creación y de publicación de esta aventura en la que me embarqué hace ya algún tiempo con este maravilloso grupo de estudiantes, me dirijo a ti, compañero docente – seguramente de lengua y literatura – para, hablando entre colegas, comentar aspectos del trayecto que tú, que estás cada día en el aula intentando dar lo mejor de ti para conseguir lo mejor de esos alumnos que nos escuchan en las clases, me vas a entender como nadie. Y así también, si nuestra experiencia puede servirte de estímulo para llevar a cabo algo como lo que ahora te presento, la recompensa por el trabajo realizado será mayor.

Verás que en cada una de las partes del libro relato, tal y como ocurrió, el comienzo, la presentación y creación de cada uno de los poemas. Representan etapas diferentes del camino. Y si algo se puede destacar de todas ellas es que la idea clásica del docere delectare o, como diría Don Juan Manuel, aquello de “endulzar la melezina”, está presente en todas ellas. Pretendemos que el alumno aprenda jugando y demostrar que a escribir (poemas) se aprende escribiendo (poemas) – Perogrullo dixit. Pero que no hagan verdad universal de esto o desvirtúen el concepto aquellos que no pisan las aulas – o ya se ausentaron de ellas por motivos diversos – u otros que teorizan sin haberlo practicado. Una cosa es decir y otra cosa es la realidad de las aulas. Eso del docere delectare es una máxima maravillosa que aporta múltiples beneficios al proceso de enseñanza si se le añade, como no puede ser de otra manera, el trabajo. Docere delectare, sed laborare Y laborare por parte de todos: del profesor, pero también de los alumnos. Como cuento al principio de cada sección del libro, después de explicar las premisas necesarias para crear cada poema, concedía a mis alumnos aproximadamente quince días para que realizaran su poema. Durante ese periodo, podían preguntar en clase cualquier duda que les surgiera. Sé consciente, entonces, de que este trabajo hace aparcar todo lo demás y cobra protagonismo absoluto. Los currículos… ¡que esperen!, porque las clases “se cortan” si surge alguna duda, que surgirá. Y no sientas que estás perdiendo el tiempo o que dejarás otras cosas sin desarrollar. No te “sientas culpable”: son muchos los contenidos que hay que explicar en cada curso y, si añades “aventuras” nuevas, “algo de lo que ya estaba” debe quedar sin atender. Además, no dudes en que lo que quieres conseguir es muy importante y contiene, seguro, algo que tú crees que dejas “sin explicar o impartir”. Escribir, desarrollando la creatividad de los discentes, es conseguir, de una tacada, muchas competencias específicas. Y cuida también el desánimo de los discentes si piensan que “ellos no saben hacer esto”. Como todo lo que nunca se ha intentado, como todo lo nuevo, presenta complejidades. Así que yo también les iba preguntando cómo lo llevaban para que no se olvidaran de que debían hacerlo. ¡Tuve una suerte enorme con el grupo, como ya he afirmado muchas veces, porque, con algún descuido, todos cumplieron puntualmente con las entregas y con los plazos! ¿Cómo si no íbamos a poder llevar a cabo la escritura del libro en dos meses? ¿Están todas las clases, todos los alumnos, dispuestos a este esfuerzo y compromiso?

No es menor el laborare que teníamos que poner desde nuestra parte. ¿Os imagináis cómo estaba mi bandeja de entrada de mensajes de mi cuenta de correo cada quince días? Porque los poemas, con un formato concreto que habíamos decidido y que, sobre todo con el primer poema, cuyos primeros versos, creados de manera colectiva, fueron el modelo para continuarlo, yo les enviaba, tenían que escribirlo “a ordenador”, guardarlo en un archivo y enviármelo a mi correo. Pensad, compañeros, en cuántas cosas estamos proponiendo con la actividad. Insisto: no solo el ejercicio, sino el compromiso con el trabajo, con el esfuerzo, con el cumplimiento de los plazos…Todo ello encaminado a ese objetivo “b” de etapa:

Desarrollar y consolidar hábitos de disciplina, estudio y trabajo individual y en equipo como condición necesaria para una realización eficaz de las tareas del aprendizaje y como medio de desarrollo personal.

Y, además, el uso de las TIC; prolongar la clase hasta más allá del espacio real del aula; usar el procesador de texto como herramienta para trabajar de manera “autodidacta” la ortografía; desarrollar los procesos de escritura, pero también de lectura y de escucha; trabajar con el lenguaje la creación poética; hacer que los alumnos jueguen con la metáfora u otras figuras literarias, intentando “decir bellamente o, al menos, tratando de sorprender(se)”, entendiendo, desde la práctica, eso que puede ser la lengua literaria… Y, sobre todo, teniendo como textos referentes para “explicar” literatura, trabajar la comprensión oral/escrita …, sus propias creaciones. Porque habéis de saber, compañeros, que esas composiciones que, como os digo, llenaban mi bandeja de entrada cada quince días, eran “corregidas” por mí – sobre todo de puntuación y ortografía; pocas veces “tocaba” los aspectos del contenido– y devueltas a los alumnos de manera individual, para que siguieran retroalimentándolos y les sirvieran para corregir los errores que hubieran podido cometer. Pero, como cuento, también tienen un uso colectivo. Voy seleccionando algunas de ellas y, para comenzar las clases, leyendo, cada día, alguna poesía de mis “poetas”. Empezábamos cada clase leyendo poesía; su poesía. No les decía el autor y esto suele aumentar la curiosidad y la sorpresa: sorpresa por saber quién es, pero, asimismo, en muchas ocasiones, por lo que ha sido capaz de hacer el compañero. ¡Estímulo al estímulo!

Así que ya veis que nuestro trabajo también debe ser grande. En mi caso, me llenaba los fines de semana de correcciones. Y digo los fines de semana porque, en justa correspondencia, y para predicar con el ejemplo del compromiso –es lo que tiene educar en valores, que estos no se teorizan, sino que se demuestran con hechos–, los alumnos, que habían tenido hasta el viernes para enviar los poemas, tenían que recibir corregidas sus creaciones antes del lunes, para cerrar ese plazo y comenzar la semana con otra propuesta creativa. Y eso, que supone salir de la zona de confort de lo que llevamos haciendo siempre, también necesita preguntar (nos) si estamos dispuestos a “laborare” más, embarcándonos en actividades y tareas que nos restan tiempo libre.

Así que sí: yo también me he divertido mucho con este trabajo en el que he visto a mis alumnos “luchar con ellos mismos” para poder crear algo con palabras –un poema en este caso– y he sentido un placer maravilloso cuando he visto con cuánto orgullo presentaban y leían sus creaciones y, justo es decirlo, cómo les gustaba escuchar las de sus compañeros. Por tanto, también está presente en nuestra parte, en el proceso de enseñanza, el docere delectare, sed laborare.

Compañero,
Para ti, que conoces cómo la piedra canta, (…)
Oye este libro que a tus manos envío
con ademán de selva…

Uso estos versos del poema de Aleixandre, llamado, precisamente El poeta, para dirigirme a ti, sabiendo que la propuesta de que nuestros alumnos hagan poesía no es tarea fácil. Pero intentarlo es mostrar el camino no solo para que aprendan a escribir, sino para que aprendan a expresar sentimientos, emociones, estados de ánimo que pueden haber sentido o pueden llegar a imaginarse. Y en esta tarea luchamos también contra la vergüenza que les produce hablar de ello. Y contra la dificultad formal de la métrica, de la rima, de los condicionamientos formales de lo que entienden que es el poema. Así que yo les propuse eliminar ambos. Y se me ocurrió que para ello podría ser interesante decirles que “para escribir un poema vamos a considerar que vale todo”. Incluso les demandaba que hicieran “locuras con el lenguaje”, “que se liberaran de la razón, de toda lógica”, y que sorprendieran a sus lectores futuros con asociaciones que produjeran asombro, extrañeza, fascinación y hasta desconcierto. Les instaba a que, en primer lugar, esas sensaciones las sintieran ellos mismos al escribirlas. Fue entonces cuando, sin ninguna otra pretensión más que conseguir que se sintieran totalmente libres para crear, sin ataduras, sin reglas, sin cortapisas léxicas – únicamente la corrección gramatical: para eso les devuelvo “corregidas” sus producciones–, les mencioné el surrealismo. Y, sinceramente, creo que entendieron muy bien el propósito y la intención, porque, desde el primer momento, sentí que todo “podía valer en sus versos”. (No era la primera vez que yo había intentado algo así y, por eso, repetí el “método”. Recuerdo que hace unos años lo había llevado a la práctica. Y salieron algunos poemas “con versos disparatados y sin lógica”. Después, cuando quise que escribieran “versos normales”, me dijeron “que era más fácil y más chulo hacer versos surrealistas”). ¡Lo importante es empezar, poner la primera piedra; después, si hay que reorientar y modificar alguna norma, se hará! En este juego de escribir poemas lo imprescindible, como en otras muchas tareas, es que al jugador no se le vayan las ganas ni se desanime y pierda el interés por el juego. Y tú, compañero, eres el hacedor del juego; el que debe hacer jugar a todos los demás. ¡No permitas que bajen los brazos o que se retiren: inventa, propón tú mismo ejemplos de versos que les llamen la atención, busca poemas, déjate “aconsejar” por poetas, alaba cualquier resultado que obtengas de tus pupilos, ponlos de ejemplo…! Tu entrega ha de ser su estímulo. Y esto es y en esto consiste, en definitiva, nuestra tarea de ser docentes. ¡Mucho ánimo y mucha suerte!

Y a vosotros, alumnos, que habéis llegado a este libro por propia iniciativa o porque vuestros profesores os lo han mostrado, deciros lo que les dije a los que hicieron este libro: ¿que no vais a ser capaces de hacer un poema? ¿Por qué no? Se trata de buscar un estímulo, una referencia que seguramente os dará vuestro profesor, a partir de la cual uniremos palabras para hacer oraciones. Junta oraciones. Haz párrafos. En poesía los podemos llamar “estrofas”. Pierde cuidado si no tienen rima o una medida exacta. ¡Eso no nos preocupa! Trata de jugar con el lenguaje y, si te sientes triste, por ejemplo, (que ojalá que no), ponle voz a la tristeza y di, tal vez, “la tristeza me esconde los buenos pensamientos”; si no tienes ganas o crees no saber escribir un verso, utiliza ese sentimiento para escribir “esta desgana que juega conmigo a no hacer nada” – no me interesa, en principio, la rima interior que ha salido, pero veras que, como en las canciones que escuchas, a lo mejor lo hace “más musical”… ¿Qué no eres capaz de hacer tú algo así? ¿Por qué? ¿He utilizado palabras raras? Quizás te haya sorprendido que la tristeza sea quien te esconda algo o que la desgana juegue contigo. Seguramente es que no crees que si haces asociaciones un poco extrañas entre el sujeto y el verbo o das voz a algo inanimado o dejas salir de tu interior algo que ni tú mismo esperas y que no sabes por qué lo dices…, seguramente, digo, es porque no sabes que eso es intentar usar “la lengua literaria”, que tiene el mismo origen que la lengua que usas cada día, pero que te sorprende y hasta puede que te maraville, cuando la empleas. A ti el primero, que lo has dicho. Si eso te ocurre, ya estás dando el primer paso. No te detengas. Da un segundo y un tercero. ¡Sigue jugando con las palabras! Ten en cuenta que en este juego no se pierde, porque hasta cuando “no te sale nada”, la nada te engulle, como si tú fueras su hamburguesa. Aprovéchate de este “loco decir” que mezcla colores, que hace que el día sea una mariposa que revolotea contenta sobre tus libros cerrados o que tu pensamiento no quiere soñar con versos de chocolate. Y piensa en estos versos tan “extraños” que te escribe un maestro al que no conoces como estímulo para decirte, sin ninguna duda, que tú, como los compañeros que escribieron este libro, también puedes. Ponte. Diviértete y aprende, pero trabaja. ¡Nunca digas nunca!

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