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27/02/2007

austera ‘giselle’ y excelente midori en el auditorio

Ballet en dos actos, de estilo diferente, coreografía bastante arreglada, para simplificar la original y con drástico recorte en el número de participantes. Pese a estos apaños, la obra se veía con gusto y agrado.

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Ballet en dos actos, de estilo diferente, coreografía bastante arreglada, para simplificar la original y con drástico recorte en el número de participantes. Pese a estos apaños, la obra se veía con gusto y agrado.

Música grabada que siempre le recorta interés, pero se comprende por el ahorro económico que supone. De todos los interpretes quien destacó, sin duda, de todo el elenco fue Mireia Facal en el papel protagonista, el resto del reparto cumplió en su cometido aceptablemente, aunque creo que los personajes de Hilarión y Albrech habrían ganado si se hubieran invertido los interpretes. Vestuario aceptable. Decorados eficaces pero limitados a su mínima expresión, en los dos actos. Estas obras ganan mucho con un montaje fastuoso. La iluminación discreta, insuficiente en varios momentos del primer acto que transcurre en pleno día.

El concierto del sábado estuvo dedicado a la música de cámara. Dos famosos interpretes –Midori al violín y Robert McDonald al piano– se encargaron de interpretar un programa interesante que comprendía dos siglos y medio de creación musical. A destacar: Schumann, Webern y Ravel. Con estos tres compositores aportó tres aspectos destacados del arte de la música: innovación, tradición y modernismo.

Innovación (Webern). Un reto interpretar su op. 7 para violín y piano. Obra atrevida que necesita concentración para interpretes y oyentes y que se valoró positivamente por la delicadeza e innovación que, casi setenta años después de su estreno, supone.

Tradición (Schumann) Excelente interpretación llena de fuerza y sentido. Obra oportuna en este tipo de conciertos. Fraseo, energía y sutileza exhibidas por los interpretes que culminaron la segunda parte con una aceptación unánime de los asistentes.

Modernismo (Ravel) Originalidad y sorpresa. Entrega total de Midori en la ejecución, sobre todo en los primeros minutos de la obra, que puso a prueba todas las cualidades técnicas y artísticas de la solista. Los recovecos de esta endiablada partitura los resolvió con solvencia y profesionalidad. Lo mismo podemos decir del solista al piano que también superó los retos que el concierto le deparó.

Una buena velada que en un recinto más íntimo se habría saboreado más.
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