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04/10/2006

antonio saura escruta las raíces del odio y la venganza en orestiada

«Y, en la medida de mis propias fuerzas, lucharé por la ley, para acabar con esas salvajadas, con esa sed de sangre que destruye la tierra y las ciudades», puso el inmenso e inmortal Eurípides en boca de Orestes.

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«Y, en la medida de mis propias fuerzas, lucharé por la ley, para acabar con esas salvajadas, con esa sed de sangre que destruye la tierra y las ciudades», puso el inmenso e inmortal Eurípides en boca de Orestes. Una frase que al director de Alquibla Teatro, el murciano Antonio Saura, le inquietó desde el primer momento, y que de alguna manera está presente en el espectáculo de poesía y sangre, de tierra y fuego, de crímenes, desgarros, venganzas y supervivencia que el viernes -21.00 horas- estrenará en el escenario del Teatro Guerra de Lorca. Orestiada. Cenizas de Troya es el título de la última aventura de la compañía murciana Alquibla, que en los últimos años ha conocidos grandes éxitos con montajes tan aplaudidos como El sueño de una noche de verano, de Shakespeare, y Bodas de sangre, García Lorca. A partir de los textos de Esquilo, Sófocles y Eurípides, Diana de Paco -hija de los profesores Mariano de Paco y Virtudes Serrano, y hermana del director de escena Mariano de Paco Serrano-, ha escrito una versión libre de una de las tragedias más gloriosas e impactantes de la Historia del Teatro.

Antonio Saura y Diana de Paco recuerdan que «desde que Esquilo en el año 458 a.C. representara la Orestiada, la tragedia de los Atridas tras el retorno de Troya ha sido un motivo dramático repetido en la escena internacional de todos los tiempos. Sófocles, Eurípides y Séneca tampoco pudieron resistirse a la fuerza de este drama: la historia de la destrucción de una familia sustentada en el crimen y, por extensión, de una sociedad, de un país, del mundo».

«Hemos aunado en un solo espectáculo», indican, «los distintos episodios que relataban cada uno de los trágicos grecolatinos, prescindiendo de elementos fundamentales en el pensamiento trágico griego, como la presencia de los dioses, porque hoy la fuerza divina ha sido desterrada del universo, incluso en los más crudos conflictos, por el egocentrismo de un ser humano que considera su poder y su fuerza como medida de todas las cosas». «En esta nueva tragedia de los antiguos héroes -añaden- no queríamos perder el sabor arcaico y ritual de un teatro de la palabra que los griegos nos regalaron, ni adaptar a modos y usos contemporáneos la belleza heredada de los trágicos».

Ambición

A juicio de Saura, «el enfrentamiento familiar de los Atridas nos permite una reflexión sobre el presente a partir del pasado, la ambición de poder y sus trágicos desenlaces, cuyo final sea una exhortación a la paz, para no responder nunca a la violencia con más violencia y que el deseo de venganza sea apaciguado por la Justicia en un estado democrático».

Es el deseo de Antonio Saura y Diana de Paco «que la catástrofe provocada por la ambición, el abuso de poder, la envidia y el rencor heredado generación tras generación que aniquila a estos personajes como víctimas de sí mismos y de su destino, encuentre, al menos, un camino de luz tras la sombra, el trágico aprendizaje a través del dolor, para que no se pierda la convicción de que en algún lugar habrán de encontrarse las antorchas resplandecientes portadoras de esperanza que cerraban en procesión las Euménides de Esquilo».
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